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lunes, 20 de noviembre de 2017

Recogida de la oliva 2017

                                                 








ODA AL ACEITE (Primera parte)


Cerca del rumoroso
cereal, de las olas
del  viento en las avenas
 viento en las avenas,
el olivo
de volumen plateado,
severo en su linaje,
en su torcido
corazón terrestre;
las gráciles
olivas
pulidas
por los dedos
que hicieron
la paloma
y el caracol
marino:
verdes,
innumerables,
purísimos
pezones
de la naturaleza,
y allí
en
los secos
olivares
donde
tan sólo
cielo azul con cigarras,
y tierra dura
existen,
allí
el prodigio,
la cápsula
perfecta
de la oliva
llenando
con sus constelaciones el follaje:
más tarde
las vasijas,
el milagro,
el aceite.
Pablo Neruda





La segunda parte se verá el próximo 8 de diciembre, cuando procederemos a la molienda tradicional de estas olivas en el torno de Troncedo.  Animamos a todos los interesados a acercarse y degustarlo...


miércoles, 20 de julio de 2016

80 años para recordar


Tristes guerras
si no es amor la empresa.
Tristes, tristes.
 
Tristes armas
si no son las palabras.
Tristes, tristes.
 
Tristes hombres
si no mueren de amores.
Tristes, tristes.
 
Cancionero y romancero de ausencias
Miguel Hernández




Estamos recordando en estos días el 80 aniversario de unos acontecimientos nefastos de la reciente historia de España, la sublevación militar de aquel 18 de julio de 1936 conmocionó hasta el último rincón de este país. En todos y cada uno de los pueblos de España se sufrieron las consecuencias. Aún en el caso de que no llegara el estruendo de las balas y cañones directamente, en todos los lugares fueron movilizados los mozos para empuñar las armas. En El Caixigar del año 2015 incluíamos un pequeño artículo sobre los estragos que aquella guerra causó entre las casas de Troncedo.


Heridas de guerra

Recuerdo a José María de Soltero como una persona afable. Lo veo sentado en el pedrizo de la placeta de casa Baile y dejándome el tocho para jugar, siempre de buen humor. José María necesitaba del bastón para compensar la acusada cojera que trajo como “medalla” de la guerra civil. Recientemente me contaba Palmira que no fue como consecuencia de ninguna herida sino debido a la congelación sufrida durante una gran nevada que tuvo que soportar en plena batalla. Y no fue el único que vino con secuelas, yo misma he oído contar innumerables veces con gran pesar, cómo mi tío Miguel Lacambra de casa Albañil se trajo una infección de riñón mal curada, también “conquistada” en el frente, que terminó por llevárselo a la tumba con tan sólo 26 años. Y fueron también muchos los mozos que ni siquiera pudieron alcanzar ese momento dichoso de la vuelta a casa y el abrazo familiar. Mi madre me relataba cómo a lo largo de los meses e incluso años que siguieron al fin de la contienda, los jóvenes iban volviendo en goteo, todos en lamentables condiciones, después de haber pasado por inimaginables padecimientos que incluían en muchos casos la prisión y los campos de concentración, como ocurrió con Antonio Latorre de casa Albañil y Jesús Cavero de casa Torretas que estuvieron retenidos en el Fuerte del Rapitán, no así Salvador Olacia de casa Baile que, aún compartiendo destino con ellos, pudo librarse en el último momento de la prisión.

Cada vez que alguien daba la voz de aviso de que se veía venir a lo lejos un caminante con aire derrotado, todas las madres salían corriendo al encuentro, a comprobar si esta vez el que tornaba era el ansiado hijo del que no se tenía noticia. Pero hubo muchas que no pudieron consumar ese abrazo; con la ayuda de las hermanas Nieves y Amparo Senz, nacidas ambas en casa Torretas, hemos ido repasando la distinta suerte que corrieron otros mozos del pueblo, además de los ya citados. Vicente Castán de casa Viu, Higinio Solano de casa Salas, los hermanos Orencio y Enrique Lanau de casa Pascual, Ramón Fumanal de casa Blan y Emilio Laplana de casa Sarrat fueron seis que nunca volvieron. José Cavero de casa Torretas fue dado por desaparecido en un principio pero luego apareció y lo mismo ocurrió con José Beltrán de casa Solanilla, sólo ellos sabrían las peripecias que debieron pasar en medio de la confusión del final de una guerra en la que les tocó pelear por el bando perdedor. Otra suerte, aunque no creo que con menos dosis de amargura, fue la de José Mur de casa Castro que terminó como voluntario en la División Azul. A estas alturas todos sabemos que esa voluntariedad fue en, los más de los casos, bastante relativa, por no decir forzada.

 La suerte o el destino de aquellos campesinos soldados dependía a veces de tomar o no la decisión acertada, valga como ejemplo que el ya citado Orencio Lanau y Ramón Buil de casa Soltero estuvieron juntos retenidos en Barbastro y que, cuando uno de los jefes les dio permiso para regresar a casa, Ramón emprendió la vuelta a Troncedo pero Orencio decidió cruzar la frontera hacia Francia, sin llegar nunca a alcanzarla pues cayó abatido en algún punto del camino*.


No se agota la lista de movilizados en estos quince nombres que nos resultan tan familiares, fueron por lo menos otros tantos en un pueblo que entonces contaba con 25 casas, lo que significa que había muchas en las que llegó a haber dos hermanos luchando y, es más que posible que se cumpliera literalmente el término de guerra fratricida con el que se califica a la guerra civil española, pues en los últimos meses el caos y la desesperación en el bando republicano (los rojos) que era el que había movilizado a los de Troncedo fueron tremendos, y sabemos de más de uno de los soldados que, huyendo de la debacle final, se pasó a la zona nacional.

Pilar Ciutad

* Tras la publicación citada, alguien me comentó que el final de Orencio no fue exactamente así aunque el resultado de muerte fue el mismo.


Miguel Lacambra Garcés, soldado
(los marcos de hilos entrelazados los hacían los propios soldados en el frente)



No sé por qué piensas tú,
soldado, que te odio yo,
si somos la misma cosa
yo,
tú.

Tú eres pobre, lo soy yo;
soy de abajo, lo eres tú;
¿de dónde has sacado tú,
soldado, que te odio yo?

Me duele que a veces tú
te olvides de quién soy yo;
caramba, si yo soy tú,
lo mismo que tú eres yo.

Pero no por eso yo
he de malquererte, tú;
si somos la misma cosa,
yo,
tú,
no sé por qué piensas tú,
soldado, que te odio yo.

Ya nos veremos yo y tú,
juntos en la misma calle,
hombro con hombro, tú y yo,
sin odios ni yo ni tú,
pero sabiendo tú y yo,
a dónde vamos yo y tú...
¡no sé por qué piensas tú,
soldado, que te odio yo!


Nicolás Guillén



domingo, 2 de noviembre de 2014

Como en la fiesta ...

"Hay tanta gente como para la fiesta ..." Eso es lo que me contaron que decía un vecino el pasado sábado en Troncedo. Y así era, estábamos otra vez de fiesta, prácticamente todas las puertas de las casas abiertas. Pero en esta ocasión era la fiesta del recuerdo, la obligación anual de acudir a visitar a los seres queridos que nos han dejado y de remozar las lápidas. En mi opinión, no lo hacemos tanto por ellos sino por nosotros mismos, porque este acercamiento, este esmero en no faltar a la cita, nos consuela de su pérdida y nos ayuda a sentir y reconocer su presencia en nuestras vidas. Una presencia alimentada por las innumerables llamitas de velas encendidas junto a todas y cada una de las tumbas de nuestro bonito cementerio.


    EL VIAJE DEFINITIVO

  …Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros
cantando;
y se quedará mi huerto, con su verde árbol,
y con su pozo blanco.

Todas la tardes, el cielo será azul y plácido;
y tocarán, como esta tarde están tocando, 
las campanas del campanario.

Se morirán aquellos que me amaron;
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado.
mi espíritu errará, nostálgico…

Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido…
Y se quedarán los pájaros cantando.

                                                                                          Juan Ramón Jiménez


martes, 28 de enero de 2014

Carretera con curvas




Prácticamente, la única recta de la carretera

Pensándolo bien, no tiene nada de malo que la carretera que conduce a Troncedo esté trazada en zig-zag, además de encontrarte una sorpresa paisajística tras cada curva, es también poética:

PERSONAS CURVAS

A mí me gustan las personas curvas,
las ideas curvas,
los caminos curvos,
porque el mundo es curvo
y la tierra es curva
y el movimiento es curvo;
y me gustan las curvas
y los pechos curvos
y los culos curvos,
los sentimientos curvos;
la ebriedad: es curva;
las palabras curvas:
el amor es curvo;
¡el vientre es curvo!;
lo diverso es curvo.

A mí me gustan los mundos curvos;
el mar es curvo,
la risa es curva,
la alegría es curva,
el dolor es curvo;
las uvas: curvas;
las naranjas: curvas;
los labios: curvos;
y los sueños; curvos;
los paraísos, curvos
(no hay otros paraísos); a mí me gusta la anarquía curva. El día es curvo y la noche es curva; ¡la aventura es curva!
Y no me gustan las personas rectas, el mundo recto, las ideas rectas; a mí me gustan las manos curvas, los poemas curvos, las horas curvas: ¡contemplar es curvo!; (en las que puedes contemplar las curvas y conocer la tierra); los instrumentos curvos, no los cuchillos, no las leyes: no me gustan las leyes porque son rectas, no me gustan las cosas rectas; los suspiros: curvos; los besos: curvos;
las caricias: curvas.
Y la paciencia es curva.
El pan es curvo y la metralla recta.
No me gustan las cosas rectas ni la línea recta: se pierden todas las líneas rectas; no me gusta la muerte porque es recta, es la cosa más recta, lo escondido detrás de las cosas rectas; ni los maestros rectos ni las maestras rectas: a mí me gustan los maestros curvos, las maestras curvas. No los dioses rectos: ¡libérennos los dioses curvos de los dioses rectos!
El baño es curvo, la verdad es curva, yo no resisto las verdades rectas. Vivir es curvo, la poesía es curva, el corazón es curvo.
A mí me gustan las personas curvas
y huyo, es la peste, de las personas rectas.


Jesus Lizano

sábado, 15 de junio de 2013

Fin de trayecto

Algunos ya conocen de mi afición a la poesía y de mis incursiones en el romance, o sería mejor decir en los ripios,  pero lo que yo no podía sospechar es que sería el fallecimiento de mi padre lo que me daría pie para atreverme con el endecasílabo. Todo sea en su recuerdo y su honra.


Con sigilo tu ruta ya has cubierto
y en los márgenes de la carretera
han quedado tus sueños y quimeras.
Ya llegaste a destino, ya estás quieto.

A  la rueda de días y recuerdos
te siguió siempre un niño repeinado,
el mismo a quien la guerra quebró el trazo
y borró el destino de sus  cuadernos.

Te miro ahora y no veo al anciano
que con fatiga respira en su lecho
porque en esa mirada azul perdida

se esconde  un zagal rubio y aplicado
que de pronto despierta y me recita
la lista de los ríos europeos.

Pilar Ciutad Lacambra

José Ciutad Lacambra (Graus, 1923 - Zaragoza, 2013)

domingo, 13 de mayo de 2012

Romance del prisionero


Que por mayo era, por mayo,
cuando hace la calor,
cuando los trigos encañan
y están los campos en flor,
cuando canta la calandria
y responde el ruiseñor,
cuando los enamorados
van a servir al amor;
sino yo, triste, cuitado,
que vivo en esta prisión;
que ni sé cuándo es de día
ni cuándo las noches son,
sino por una avecilla
que me cantaba el albor.
Matómela un ballestero;
déle Dios mal galardón.


Nada mejor que un poema para expresar un sentimiento. Ahora, cuando ya estamos en mayo y la primavera se nos ofrece en su mayor esplendor,  podemos entender mejor la inmensa tragedia del prisionero que se vio privado de ella, en lo hondo de aquella mazmorra y la sensibilidad del poeta anónimo que nos dejó para siempre el relato de su desgracia. He recordado este poema al contemplar los lirios silvestres que en su día Ana transplantó junto a la puerta de su casa, aunque todo el término esté en este tiempo plagado de motivos para evocar el mismo romance.

domingo, 30 de enero de 2011

Poemas para el recuerdo

Hay una determinada edad en la que empiezas a fijarte en las esquelas de los periódicos. De vez en cuando encuentras un apellido familiar, una persona mayor amiga o conocida, el padre de  un compañero de trabajo,  ... Unos años más tarde te tropiezas con los nombres de padres y madres de tus propios amigos. No pasarán muchos años sin que, desgraciadamente, las esquelas se refieran a personas de tu propia generación que se van yendo demasiado pronto. Incluso llega el momento en el que te toca el doloroso trámite de redactar alguna de un ser muy querido. Lo cierto es que ya no sabes desde cuándo pero todos los días te encuentras a ti misma revisando las necrológicas. Y es un ejercicio interesante porque, aunque la mayoría responden a una misma fórmula,  más a menudo de lo que pueda parecer, las manifestaciones de duelo se saltan los convencionalismos en un desesperado y precipitado intento de traducir en palabras las emociones que afloran ante la pérdida. Y a veces el resultado consigue conmoverte. Hace un tiempo encontré un hermoso poema que unos padres dedicaban al hijo desaparecido, pero cuando lo leí pensé que bien podía  haber estado dedicado a mi propia madre.  Ahora, cuando se cumplen nueve años de su  fallecimiento, quiero traerlo aquí en su memoria:

El mar no nos alcanza                                   Después que aquí te deje
con sus besos salobres.                                  y en el tronco te ahonde
Aquí sobre la encina                                      te llevaré conmigo
quiero tallar tu nombre.                                en mi sangre más noble
Para sus letras duras                                     y escucharé tu grito
no encuentro mejor molde.                           otra vez entre voces.


Que el viento te dé fuerza                              Que la paz de esta encina
y la mañana canciones,                                  tu memoria sazone.
y que tu acento encuentre
su anchura en este monte.                              Francisco Giner de los Ríos

El pulso no me tiemble
ni mi acero se doble.


El nombre: Balbina Lacambra Garcés, nacida en 1925 en casa Albañil de Troncedo.
La encina: la carrasca de casa Albañil, una de las "propiedades" más apreciadas por generaciones de la familia.
El monte por el que se desparrama su acento: el de Troncedo.




domingo, 23 de enero de 2011

Miguelico y Miguelón

Dibujo: Irene Remacha
En el año 2010 se ha conmemorado el centenario de Miguel Hernández. Andaba yo releyendo sus poemas así como descubriendo algunos episodios de su biografía y  escuchando las canciones de Serrat cuando me encontré entre mis dedos unos versos infantiles en los que se recogía un diálogo imposible entre el poeta, encarnado en el niño que fue y otro niño, también pastor, moreno y curtido por el sol, también fallecido prematuramente a causa de la guerra civil, pero analfabeto y criado en otros paisajes, precisamente en los de nuestros montes. Esos dos niños, sentados a la sombra de una encina que crece  en algún lugar inverosímil, se cuentan su vida y  juegan con los versos del poeta.




 Miguelico, cuéntame,
cuéntamelo  una vez más,
cómo de fina es la  arena
cómo de azul es el mar.
Porque nací en Aragón
nunca me llegué a acercar;
quiero saber cómo sabe
el agua  aliñada en sal.
 Cuenta, cuéntame otra vez
cómo crecen las palmeras,
cómo el viento levantino
las envuelve y las menea.

Recita un lindo poema,
yo lo escucharé en silencio,
rimaré mi corazón
con el eco de tus versos.
Poeta del pueblo te llaman,
 y yo del pueblo  soy hijo;
tú traduces en  palabras
lo que en mis carnes yo vivo


Dime qué es lo que soñabas
bajo aquel pino sentado,
qué musa canta en tu oído
cuando guardas el rebaño.
Mientras tú escribes poemas
también de un rebaño cuido
pero mis mansas ovejas
sólo me ofrecen balidos.
Muéstrame  cómo lo haces
cómo el color y el dolor
se vierten en  un papel;
¿cómo se escribe el amor?
 Yo que apenas sé leer
y que menos aún escribo
en el ara de los sabios
te elevo y te canonizo.

Nacido en  tierras de casta
rodeado de altos montes,
nunca pensé  ir más allá
de mis barrancos y bosques.
Tú  naciste al sol naciente,
bañado por la alegría
de la brisa y de la luz
de tus tierras levantinas.
Yo labré en tiempo de otoño,
para segar en verano
y, entre faena y faena,
fui albañil, pastor, criado …
Yo era uno de los tuyos,
de tus hombres jornaleros
y antes de ser hombre fui
también tu niño yuntero.
Fui un pobre pueblerino,
pobre feliz infeliz,
no conocía otro mundo,
aquél era mi vivir.
-         Te  lo contaré otra vez,
 mil veces si lo pidieras
¿qué tengo mejor que hacer
que enredarte en mis poemas?
Ven y siéntate a mi lado,
quitémonos las abarcas
dejemos los pies desnudos
que en este suelo no hay barzas.
 Tú y yo, mozos de pueblo,
tostados  al sol, morenos,
nacidos en malos tiempos
para los que somos buenos.
Tú y yo, almas gemelas;
yo no soy  sabio ni listo,
tú sabes cosas que yo
en mi vida he conocido
 Me pongo en marcha a  tu norte,
siguiendo el trazo en el aire
del perfil de las montañas
que conservas en la sangre.
Y aquí, al pie de esta encina
te contaré mis historias
pero tú también tendrás
que recitarme las propias
 
Cuéntame cómo es la  nieve,
ésa que llega en noviembre
y hasta que mayo se va
hace que tu cuerpo tiemble.
Cómo es tu casa y tu padre,
quiénes eran tus amores,
cómo huele en primavera
tu prado sembrado en flores.
Mientras yo construyo  versos,
no hagas parar tu  paleta.
Yo, albañil de poemas.
Tú, poeta de las piedras.

Los dos fuimos solitarios,
hambrientos de hambre y cariño
a ti te faltó la madre,
a mí un padre compasivo.
La soledad de los montes
fue nuestra fiel compañía,
el viento nos regaló
la mejor de sus caricias..
Todo lo vertí en mis versos
y ahora poeta me llaman,
también podrías tú serlo
con lo que guarda tu alma.

-         Ay, Miguelico , mi hermano,
mi compañero,  mi amigo,
puedes leer en mi alma,
de mi ser eres testigo.
Nacimos casi a la vez,
lejos, pero bien cercanos,
vivimos en paralelo
aunque fuéramos extraños.
 Cuenta, cuéntame otra vez
cómo nacen los valientes.
Tú eres uno de ellos,
tú siempre fuiste de frente.

Cuando tú trazas palabras
sabes bien de lo que hablas
si dices hambre es Hambre
y es Amor porque tú amas.
Temprano voló la vida,
temprano trazó el  destino
sendas de sangre y de penas.
para seguir el camino.
La guerra, la triste guerra,
la única guerra posible
que a mí  me costó la vida
y a ti te llevó a la muerte.
La guerra, la triste guerra,
que no silenció tu voz
mas la colmó de tristeza,
de olvido y de desamor.