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domingo, 12 de enero de 2020

San Beturián revive en Troncedo




Una vez más hemos dado la vuelta al calendario y nos hemos plantado en un año de guarismos bien redondos, 2020. El mes de enero avanza inexorable y comienza el desfile de los santos barbudos, objeto de devoción secular en los pueblos de Sobrarbe. En muchos de ellos se revive la  tradición del fuego, símbolo solar. Mientras la tierra duerme, el fuego calienta los hogares, purifica las almas, protege contra los maleficios y trae la bendición sobre las personas, los animales y las cosechas. 

Y en esta habitual mezcla del santoral cristiano con ancestrales rituales paganos, el primer santo piloso que inaugura el desfile es San Victorián (Beturián, por estos lares), patrono del barrio de Sant’Angel de Troncedo, y de las otras dos casas que se levantan bajo el castillo, Torrocella y Sastre. Aquí no hay tradición de celebrar esta fiesta con hogueras sino que, antiguamente, tal y como nos contaron Ramón Rami y Lourdes Castán en El Caixigar nº 1, se asistía a la Misa en la pequeña iglesia dedicada al santo, después se daba “la caridad” en la era de Viu y se comían las viandas que cada casa aportaba. Por la tarde se bailaba en la sala de Viu y después de cenar en la de Sastre.

La sangría humana que despobló estas tierras y lo intempestivo de la fecha contribuyó a que la fiesta se perdiera, hasta hace unos pocos años en los que la persistencia de algunos vecinos del barrio ha venido convocando a los más animosos que no tienen miedo al tiempo ni pereza para desplazarse hasta el lugar. Hay que decir que a ello contribuye  la bonanza meteorológica que disfrutamos en este pueblo que no sabemos si es debida al cambio climático o al santo benefactor, agradecido por el recuerdo, o a la conjunción de ambos.

Este año hemos sido más de una veintena los que nos hemos acercado al reparto de la caridad, no sin antes pasarnos a honrar al santo. En ausencia de cura católico que celebrara Misa hemos tenido como maestro de ceremonias a Ramón Rami que, de manera respetuosa con el sentir de cada uno, nos ha invitado a guardar un minuto de silencio en el que cada uno podía libremente rezar o elevar su pensamiento al recuerdo de los ausentes o los fines que deseara. Después de ello, hemos rendido el debido pagano tributo al dios Sol que resplandecía en el cielo y, en la era de Joaquín, hemos degustado la tradicional “caridad” que venía acompañada de otros deliciosos manjares, entre los que no faltaba vino D.O. Somontano, chocolate y bombones y el  poncho elaborado por Emilio de Casa Sarrat que desprendía un delicioso aroma a la miel de sus arnas.  De fondo, un altavoz con la música de la Ronda de Boltaña.





Si nos retrotrajéramos a la primera mitad del siglo pasado, la próxima cita no se haría esperar, este mismo viernes 17 de enero llega el siguiente barbudo, San Antón, y las celebraciones se multiplicarían. Además de la fiesta de Damas y Caballeros infantil, se sumarían las numerosas invitaciones de las casas en las que había algún Antonio (o Antonia), es decir, casi todas las del pueblo pues rara era la que no tenía uno por lo menos. Pero, dadas las circunstancias, nos conformaremos con seguir manteniendo esta tradición revivida, esperando que a la cita del año próximo no falte nadie y, si es posible, seamos muchos más.

Feliz año y a encarar con buen ánimo el frío que se nos viene encima porque si se cumple el refrán… "por San Antonio (17) hace un frío del demonio; por San Sebastián (20), un frío que no se puede aguantar, y por San Vicente (22), el sol toca los torrentes”





sábado, 17 de enero de 2015

Los santos barbudos

En plena temporada de los santos barbudos, tan celebrados por el Pirineo en estas épocas que los fríos invernales y los cortas horas de luz obligaban a flojear el trabajo del  campo, quiero recordaros el artículo que a San Antón y a sus "colegas" pilosos les dediqué hace ya tres años. Aquí tenéis el enlace. Aunque llego con retraso a recordar la festividad de San Beturián (12 de enero), por lo menos soy puntual con el patrón de los animales.

Ermita de San Antón. Pano. Fotos: Carlos Bravo Suárez

sábado, 15 de enero de 2011

Si sale con barba ...

Que nadie se lleve a engaño al leer algunos de nuestros ultimos posts, no es que en Troncedo seamos precisamente religiosos ni tampoco que dejemos de serlo, allá cada cual con sus creencias. Afortunadamente  en el inicio de esta segunda década del siglo XXI podemos expresarnos con libertad al respecto; pero no siempre ha sido así y la Iglesia Católica ha dispuesto durante siglos a su arbitrio del calendario y las costumbres de nuestros antepasados, las más de las veces apropiándose de otras con un origen anterior  relacionado con la naturaleza y los ritos paganos. Pero ése es un tema que requeriría la participación de personas más expertas y esta breve introducción no es más que el anuncio de que se acerca otra fecha importante en el calendario de fiestas dedicadas a un santo. Por si alguien no se había dado cuenta todavía estamos en plena temporada de "los santos barbudos" y el lunes 17 de enero le toca el turno a San Antonio Abad, más conocido por estos lugares como San Antón. Este era mucho más popular y festejado en Troncedo que su homónimo San Antonio de Padua que se conmemora el 13 de junio y se me ocurren dos razones para que el de las barbas esté en el top de la devoción: por un lado, el calendario; sin duda había más tiempo para fiestas y jaranas en estos días de invierno, cuando las labores del campo estaban detenidas por el hielo y las nieves que en el mes de junio con los campos en sazón y en vísperas de recolección y con otras muchas faenas por hacer; por otro lado, este santo patrón y benefactor de animales era más candidato a conseguir los votos de unos campesinos que vivían  muy pendientes y cercanos a  las  bestias de las que dependía su propia subsistencia. Nada tenía que hacer frente a estos puntos la figura  de su homónimo italiano que buscaba novios a las mozas casaderas, para eso ya estaban los padres y los hermanos mayores que harían los tratos precisos y más ventajosos para la casa llegado el momento.
Precisamente al Antonio barbudo se refiere el conocido refrán que dice: "Si sale con barbas, San Antón y, si no, la Purísima Concepción" que cuántas veces no habré escuchado yo en la voz de mi madre, señal inequívoca de que iba a tomar una decisión importante y que asumiría sus consecuencias, fueran cuales fueren. También quiero hacer notar que precisamente en  Casa Albañil de Troncedo había muchos Antonios que, por supuesto, celebraban su onomástica este día. A  principios del siglo XX llegaron a juntarse  un padre, dos hijos y un yerno con ese mismo nombre, ¡vaya lío!, muchos años después llegaría también un bisnieto del primero pero ya no coincideron en el tiempo.  
Fiestas de San Antón en Troncedo. Fiesta de las Damas y Caballeros de los niños. Se hacía algo parecido a lo que hacían los mozos para Reyes, también se ponían los nombres de zagales y zagalas en distintos pucheros y se formaban parejas. La noche de la víspera, los zagales de la escuela iban con esquillas y trucos a rondar por  las casas para que les dieran figas, tortas, rosquillas, ... y hacerse luego una buena merienda. Cuando llegaban a cada casa un zagal daba un silbido para hacer callar las esquillas y unir las voces en una canción. Si en una casa estaban de luto, en lugar de cantar, rezaban. El primer año que se participaba en la fiesta había que pagar una entrada y al final se repartían los gastos a escote. Sobre los años 30 esto suponía un real de entrada y dos de gastos. Al baile del día de San Antonio acudía todo el pueblo. También se hacía poncho del que bebían pequeños y grandes. Los días anteriores se habían recogido troncos y leña del monte que se iban acumulando en la plaza para hacer una gran hoguera que calentara durante la fiesta. Esta costumbre acabó un año en el que, cuando Caballés de Antón se llevaba un brasero a casa Arcas para poder jugar allí a las cartas más cálidamente, un grupo de críos se lo quiso impedir echándole hojarasca e incordiándole hasta que perdió la paciencia y lanzó el contenido del brasero por los aires. Las brasas cayeron encima de José Mª de casa Soltero y otros,  causando daños y disgustos. Si no se consumían en la fiesta todas las viandas recogidas, las sobras se acababan en el baile del día de San Sebastián (20 de enero) a la vez que se nombraban los tres mayordomos infantiles para el año siguiente.
(Fuente: Caixigo nº 1, Junio 2004)