Cuando preparaba el informe sobre los niños huérfanos de Barcelona recogidos en Troncedo y en otras casas del Pirineo aragonés a principios del s.XX no encontré ninguna imagen del sello de plomo que llevaban obligatoriamente colgado al cuello esos menores y que me sirvió, como metáfora del peso que el abandono inicial les marcó durante toda su vida, para poner título a mi trabajo (Plomo en el alma). Fue muy torpe por mi parte no recurrir de nuevo al archivo de la Diputación de Barcelona donde tan amablemente me habían facilitado abundante información desde el principio. Ese error se vio recompensado por esa misma institución cuando, tras enviarles un ejemplar del documento, me remitieron una carta de reconocimiento a la que añadieron unos pequeños detalles, entre ellos unos marcapáginas muy valiosos para mí, en los que aparece la imagen tan deseado de ese sello que quedó grabado a fuego en el alma de los niños y niñas abandonados. Gracias infinitas al Arxiu General de la Diputació de Barcelona, @arxiudiba.
P.C.
P.D. Conforme alguien se adentra en un tema, es como si se desplegaran antenas invisibles en todos los sentidos y, aunque en otro momento vital quizás hubieran pasado desapercibidos, a partir de entonces no puede dejar de ir encontrando rastros sobre ese asunto de su interés por todas partes. El último ejemplo de que el acogimiento (y posterior prohijamiento, en su caso) de niños huérfanos era un gesto frecuente en aquellos tiempos lo encontré leyendo una publicación en el muro de Facebook de Víctor Pardo Lancina en el que recordaba el aniversario del nacimiento de Ramón Acín. No me resisto a copiar íntegramente el texto y uno de los comentarios que le siguieron:
CXXXVII ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO DE RAMÓN ACÍN
Pintor, escultor, articulista, ilustrador y pedagogo, el militante anarcosindicalista Ramón Acín, es una de las más atractivas e influyentes personalidades en el mundo de la cultura y la sociedad en Aragón, durante las primeras décadas del pasado siglo XX.
Aficionado desde muy temprano al dibujo, recibe clases del pintor Félix Lafuente, con el que trabará una duradera amistad. No menos intensa que la relación que cultivará a lo largo de los años con otras figuras del ámbito artístico, de las letras o el activismo sindical y político como Felipe Coscolla, Ricardo Compairé, Luis López Allué, Manuel Bescós conocido como «Silvio Kossti», Ismael González de la Serna, José María Aventín Llanas, Luis Buñuel, Herminio Almendros, el capitán Fermín Galán…
Particular vinculación establecerá con Felipe Alaiz, Ángel Samblancat, Joaquín Maurín, Gil Bel o Félix Carrasquer, con los que fundará revistas y colaborará en proyectos vinculados con la denuncia de las injusticias, la agitación social y la extensión de la cultura. Actividades que, en varias ocasiones, le acarrearon procesos judiciales, detenciones y encarcelamientos.
Con todo, «su mejor obra», como dejó escrito Rafael Sánchez Ventura, fue su hogar. «Ejemplo emocionante de armonía, de elevación, de belleza, donde todo adquiría dignidad y gracia; (…) aquel hogar animado por la inteligente alegría de Conchita Monrás, la tierna compañera de Ramón, a él identificada con orgulloso amor, iluminado por el radiante hechizo de las dos niñas, a tono ambas en hermosura y precoz sensibilidad e inteligencia con el ambiente de la casa».
Ramón y Conchita (Barcelona, 1898) cultivaron una relación intensa de amor y complicidad. Mariano Añoto, huérfano prohijado en casa de Acín y criado con Katia y Sol, se refiere en unas notas personales a este clima de libertad y cariño: «Ramón y Conchita eran una pareja sin prejuicios que se amaban y amaban. Pensaban, deseaban un mundo más limpio, más alegre, más digno para todos. La familia Acín era una avanzadilla del futuro. En realidad, vivíamos ya en el futuro».
La Guerra Civil destrozó las esperanzas que la República había sembrado en la sociedad española y empapó la tierra de sangre y el aire de odio y saña. «¡Ay, Ramón Acín –escribió Max Aub–, fusilado y fusilada su mujer por culpa de sus buenos vecinos de Huesca!». Ramón y Conchita fueron detenidos el 6 de agosto de 1936. Ramón murió fusilado el mismo día y Concha el 23 de agosto, junto a casi un centenar de oscenses. Katia y Sol quedaron huérfanas con 11 y 13 años respectivamente. La casa de la calle de las Cortes fue saqueada por los asesinos.
Antonio Bárcabo
Te agradezco el recuerdo para Mariano Añoto que con el asesinato de Ramón y Conchita quedó desamparado y al que algunas buenas gentes de Huesca ayudaron como pudieron