miércoles, 30 de julio de 2014

Una fiesta sin ronda, poca fiesta ye





¡¡¡ Troncedanos!!!
¡¡¡ Troncedanas!!!

Que dicen los de la ronda que necesitan coplas. Que ahora que estamos en el catálogo de Rondas del Sobrarbe (véase artículo correspondiente en el último Caixigo) tenemos que  enriquecer y contextualizar el repertorio, que no se diga que no damos la altura. Que rondarán por el pueblo el lunes 11 de agosto y que, si no tienen coplas p'a cantar, la cosa acabará pronto. En fin, ¡¡¡que os pongáis a escribir!!! Vale todo,  rondar a las mozas como antiguamente, pero también a los mozos, y a los abuelos, y a los zagales ... Sin olvidar las tradicionales jotas de picadillo u otras que puedan ser más críticas (sin hacer sangre, que estamos de fiesta).

Para que os animéis, os dejamos primicia de una de las jotas que se estrenarán este año. ¿Hace falta decir a quién va dedicada?


P’a ser un buen cantador

nunca es tarde ni temprano,

por eso Troncedo vibra

con Pepe, el más veterano.









sábado, 26 de julio de 2014

Fiestas de agosto




Un año más los Titiriteros de Binéfar colaboran en las fiestas de Troncedo, de manera que uno de los grupos que participan en el programa de verano de La Casa de los Títeres de Abizanda se desplaza hasta nuestra misma plaza para ofrecernos un espectáculo apto para todos los públicos: 
  
ARLEQUÍN ENAMORADO

  Teatre Tracalet de Valderrobles 



Sinopsis:   Después  de una larga espera de novios, Arlequín ha quedado esa tarde para recibir el primer beso de su querida novia Teresina. Todo parece ir bien, peinado y perfumado espera  la llegada de su amada. En la espera recuerda que se olvidó de algo y en su corta ausencia todo empieza a complicarse, y el suspirado beso parece no llegar nunca, pues un endiablado personaje se mete entre ellos para impedir tan dulce encuentro. Persecuciones, transformaciones, trucos y cachiporras, como en la más clásica historia de títeres, transportaran al público hacia una historia sencilla y divertida, que necesitará de la participación de los  allí presentes para intentar conseguir un final feliz.

Será el sábado día 9 por la tarde

Nos vemos en ... LA PLAZA de Troncedo

martes, 22 de julio de 2014

La maestra de Olsón


No hemos inventado nada. Sólo hemos movido los muebles, incorporando algún nuevo artilugio. Lo digo porque antes eran el patio de vecinas y la barra del bar (lo siento, los roles estaban muy definidos. En eso  sí que hemos cambiado un poquico) los lugares de intercambio de  información y divulgación de noticias y rumores. Ahora nos seguimos asomando a la ventana y escuchamos lo que la vecina nos cuenta. En esta ocasión, la vecina no está muy lejos, la hemos encontrado en el blog de Jesús Cardiel, facebook de Torre de Mediano mediante, que es quien nos ha dado la primicia, y   hemos conocido un delicioso relato que rescata la memoria de una maestra que estuvo en Olsón a mediados del siglo XX, en dos cursos, comenzando el año 1949.
Independientemente de que las actividades que nos cuenta, vistas con los ojos de hoy, puedan resultarnos chocantes a la vez que envueltas en un candor que roza lo naïf, son reflejo de lo que eran aquellos tiempos y el escrito tiene para Olsón un interés histórico de primera magnitud, aunque yo diría que también para todos los pueblos de la redolada, pues según pudimos escuchar hace unos años, cuando dedicamos nuestra jornada cultural a los maestros, las experiencias y el shock cultural de las jóvenes maestras procedentes de la ciudad que se estrenaban en estos pueblos del Sobrarbe eran más o menos similares para todas. Por eso me ha parecido oportuno repetir aquí el escrito de Dª Teresa Sanmartí, maestra de Olsón, un pequeño homenaje a esas mujeres que, a pesar de los condicionantes sociales y culturales de la época, desempeñaron su empresa con dedicación y entusiasmo y, además, de una u otra manera, con su sola presencia ofrecieron a las niñas de estas pequeñas aldeas ancladas en costumbres ancestrales, modelos de mujer independiente y profesional que les abriría a otras expectativas de vida. 


OLSÓN (HUESCA)
LA ESCUELA COMO CENTRO ESPIRITUAL DE SUS HABITANTES
Escuela Mixta – dos cursos.
POR TERESA SANMARTÍ

Olsón es un pueblecito situado en la provincia de Huesca, partido judicial de Boltaña, a dos horas de la carretera de Barbastro a Boltaña, con caminos vecinales que en algunas ocasiones están borrados y convertidos en senderos o caminos de cabras.Vivían en el pueblo, por aquel entonces, año 1949, unos 50 o 60 habitantes, repartidos en 10 o 12 casas que, aunque diseminadas estaban agrupadas formando 5 o 6 barrios.
Recuerdo perfectamente mi primer viaje y la enorme ilusión con que me dirigí a mi destino. Salí a las ocho de la mañana de Barcelona en el tren de Correo. Llegué a Barbastro a las cinco o las seis de la tarde. Pernocté allí y al día siguiente, de buena mañana, con el coche de línea que se dirigía a Jaca, me apeé en el Mesón de Ligüerri. Dos caballerías me esperaban: un burrito gris y trotón (a lo Platero) para mí y otro más concienzudo para el equipaje. Después de dos horas de andar monótono y cansino, llegué al pueblo.
No había por aquel entonces comodidad alguna en el pueblo; además de no tener carretera, carecía también de luz y agua, dos cosas tan importantes que parece que no podamos vivir sin ellas.En invierno, a las cinco, era ya de noche. ¡Cuán largas eran las noches invernales! Cuando oscurecía, a la luz del candil no se podía trabajar, ni leer ni escribir, me sentaba al lado del fuego, un fuego enorme que desprendía también gran cantidad de humo y me distraía tocando tonadillas con la armónica. Muy pronto, y casi a oscuras, a la simplísima luz del candil, iba a dormir. Como hacía mucho frío había muchas mantas en la cama, pero las mantas, así como las sábanas, eran tejidas e hiladas por las mujeres de allí, pesaban mucho, tanto que a las seis de la mañana no podía dormir de tan cansada. Al percibir el primer rumor en la cocina me levantaba y … ¡A escribir cartas, a ponerme en contacto con mi mundo! …
A pesar de todos los inconvenientes que representaba para mí la falta de carretera, luz y agua, me incorporé a mi tarea con gran ilusión. Quizás precisamente por ser un cambio tan brusco en mi vida, lo acepté con alegría y con deseos enormes de hacer, hacer y hacer y………… realmente hice. Los moradores se prestaban a ello. Eran gentes sencillísimas, buenas, limpias; con esa limpieza de su manera de ser, limpieza en la que no hay sombra de bajeza ni doblez. Todo lo relacionado con sus vidas y costumbres me chocaba: iban a lavar al río, transportaban el agua con cuatro cántaros por caballería, amasaban el pan cada quince días (a mí, como me gustaba tierno, los que amasaban me regalaban uno pequeñito, para mi consumo diario)
Estaba la escuela en una plazuela. El aspecto exterior del edificio era deprimente. No obstante la sala dedicada a escuela, a clase, era amplia, llena de ventanas grades en las cuatro paredes. Todo el material se componía de cuatro mesas cuadradas capaces para 32 alumnos y una estufa en el centro de la clase.La matrícula la integraban 10 o 12 alumnos entre niños y niñas, cuyas edades oscilaban entre los 6 y los 12 años. Todos ellos buenos y cariñosos, serviciales e inocentes, acostumbrados a la vida dura y de sacrificio. Todos ellos contentos y satisfechos con su joven Maestra.
Fue nuestro primer afán el de embellecer la escuela: blanqueamos las paredes y pintamos las mesas, llenamos de flores las ventanas y colocamos macetas en el centro de las mesas y algunos frisos hechos por los mismos niños y colocados con gracia dieron una nota simpática y agradable a nuestra escuelita. Y ya entonces………. ¡A trabajar! Todos deseaban hacerlo, pero los niños tenían demasiadas ocupaciones: ayudaban en las tareas del campo, llevaban la comida a sus padres, apacentaban a los corderitos pequeños que no iban aún con el pastor, precisamente por ser muy pequeños. Pero yo me amoldé a ellos.
Todas las mañanas, antes de venir a la escuela, los pequeños habían llevado ya el almuerzo a sus padres, sacando luego a la plazuela, cada uno de ellos, los animalitos (ovejas y cabras) que debían ir a pacer. Un pastor, contratado por todos los habitantes del pueblo, recogía las ovejitas de todas las casas, que le entregaban los niños, y se iba al campo donde permanecía todo el día, hasta el anochecer, momento en que volvían de nuevo los pequeños a recoger cada cual sus ovejas. Luego, después de haber entregado las ovejas al pastor, podían asistir a la escuela. No obstante, cuando era tiempo de trabajo fuerte, los mayorcitos no asistían; pasaban todo el día entre los quehaceres del campo. Por este motivo, y a causa de los poquísimos alumnos, la enseñanza se daba casi de manera individual, con adaptación completa y total de la Maestra a las necesidades de la escuela y alumnos.
Pronto todo el pueblo se interesó por la escuela y por lo que allí se realizaba, pronto sintieron todos curiosidad por averiguar la causa de la alegría y felicidad que reinaba en ella y se estableció una corriente de simpatía entre pueblo, escuela y Maestra. Fue la Escuela no como un canal por donde pasaban y discurrían las enseñanzas, orientaciones y formación, sino más bien como una concha desbordante que quedándose llena podía dar y daba a los demás.
Y ya desde entonces celebramos y conmemoramos en común, escuela y pueblo, pueblo y escuela, los momentos más solemnes del año: Mes de Mayo, Primera Comunión, Cuaresma y Semana Santa y, finalmente, la “Ronda” de los niños, en honor de los mayores y la cooperación de todos para el bien de la escuela.  Organizamos varias veladas recreativas, montamos un escenario en la misma escuela (era lo suficientemente amplia) con cuévanos, tablones, sábanas y cubrecamas, y en él mostraron los niños al pueblo todas sus actividades: cantos rítmicos de Llongueras, escenificaciones de poesías y la representación del coro, bastante afinado, con que contaba la escuela…
La iglesia estaba situada en un montículo desde el cual se divisaban los distintos “barrios” que integraban el pueblecito, a pesar de estar lejos y escondidos. Junto a ella estaba el pequeño cementerio que apenas se abría; tenía unas hierbas tan enormes que impresionaban.El sacerdote encargado de aquella parroquia tenía a su cuidado 20 pueblos, por cuyo motivo solamente podíamos oír Misa cada 4 o 5 domingos. Cada domingo repartía el horario de las Misas de manera distinta, a fin de que no siempre tocase madrugar a los mismos, por cuyo motivo cada uno de estos cinco domingos la Misa la celebraba a las 5 de la mañana. Naturalmente, en invierno aún era noche oscura y se necesitaba una fe muy grande y muy buena voluntad para no dejar de asistir a ella.
Pedí al sacerdote dejase al Señor entre nosotros, a fin de poder tener compañía y consuelo en el pueblo (el Sagrario permanecía vacío) Me comprometí a no dejar nunca apagar la luz de la lámpara y a llevar a pequeños y mayores a visitar al Santísimo y así quedó el Señor entre nosotros durante el tiempo de mi presencia. El pueblo se alegró con este acontecimiento y andaba siempre con deseos de llevar el aceite para la lámpara.Había en el altar escasas velas cuando teníamos Misa, por cuyo motivo, los niños y yo, con la cera virgen (allí había mucha miel) derretida al sol y trabajada, fabricábamos las velas para la iglesia. Las velas eran completamente amarillas como la cera y con un intenso olor a miel, pero era lo único que teníamos.
Durante el mes de mayo, un domingo, de buena mañana, de madrugada, los mozos iban a cantar por las puertas de las casa, “la despierta”, cantos que previamente habían ensayado conmigo, para rezar, poco después, el Rosario de la Aurora, recorriendo los distintos “barrios” y caseríos del pueblo. Confeccionamos farolillos de vistosos colores y un pendón hecho provisionalmente con la estampa de la Virgen de la escuela. Como siempre y a todos los actos que organizaba, acudió todo el pueblo. Las puertas de las casas permanecían cerradas hasta nuestro regreso. Mientras tanto, el pueblo entero se llenaba de cantos y gozos, con la sensación especial que dan las cosas nuevas que se hacen con ilusión.
NAVIDAD. Las fiestas de Navidad procuré ambientarlas ya desde días anteriores. Fui preparando primero a mis niños para que ellos transmitieses sus ansias a los mayores y realmente lo hicieron bien, muy bien. Nunca habían visto ningún Belén. Pedí las figurillas de mi casa y monté un espléndido Belén, y digo espléndido porque no faltó musgo ni montañas (lo más difícil de encontrar en la ciudad). Fue como la plasmación del mismo pueblo sobre una mesita. Los niños estaban encantados y los mayores, en cuanto lo vieron, no cesaban en sus admiraciones. Quedaban extrañadísimos en ver las “güellas” (ovejas) tan pequeñas y “os zagals” (los zagales) con sus rebaños. Todos los domingos, antes de Navidad, pasaban por la escuela por la tarde para ver el Belén y cuando me marché de vacaciones quedó montado y a disposición para celebrar los días navideños con cantos y alegría. Un domingo por la tarde organicé la Fiesta de Navidad, que consistió en la escenificación de un trozo evangélico: La Anunciación, la posada de Belén, el Nacimiento… y finalmente la adoración de los pastores con los consiguientes cantos de villancicos y recitación de poesías. Naturalmente asistía el pueblo entero: hombres y mujeres, niños y niñas, mozos y mozas.
SEMANA SANTA. CUARESMA. También la escuela fue el centro en los días Santos y en la Cuaresma. Para que todos viviesen la tragedia del Calvario, me pareció oportuno el invitarles a rezar, cada día al anochecer, el Vía Crucis en la misma iglesia. Y así, con la aprobación de todos, se rezó y cantó diariamente el Vía Crucis. Al anochecer, con algunos pequeños, de los que por serlo tanto hacían estorbo en casa, me subía al “tozal” donde está la iglesia. ¡Qué hermoso era todo en abril!. Todo mi ser se llenaba de intensa paz al contemplar el campo tan bello en aquella época. Subía al campanario y tocaba las campanas a toque de aviso. Al oírlo, toda la gente se ponía en movimiento. Los hombres en el campo recogían sus aperos, las mujeres preparaban la cena y el pastor recogía su rebaño para devolver las ovejuelas a los pequeños pastores. Las distancias donde se encontraban los que trabajaban eran largas, pero como yo desde lo alto divisaba bien sus movimientos, sabía cuándo iba a hacer sonar las campanas para el segundo aviso, lo cual sucedía exactamente cuando veía llegar al pastor a la plaza. Entonces los niños llevaban corriendo a sus ovejitas a los corrales y con sus padres y madres empezaban a subir a la iglesia. Mientras tanto, ya había anochecido y para alumbrarse llevaban como unas antorchas confeccionadas con unas hierbas especiales fuertemente atadas. Era un espectáculo realmente impresionante el contemplar, desde lo alto de la iglesia, como a manera de pequeños gusanos de luz, a todo un pueblo que iba apareciendo por los distintos caminos en busca de Dios. Allí, realmente, estaba Él. Allí y en cada una de las almas de aquellas buenísimas gentes. Cuando habían llegado todos, y luego de percatarse de que no faltaba nadie, hacía sonar por última vez las campanas y el Vía Crucis era rezado con unción de todos. Cantábamos las estaciones y al finalizar cantábamos también el Credo. Luego, charlando y comentando los acontecimientos del día, volvíamos a nuestras casas.
Los días de Semana Santa, como me había dicho el Sr. Cura que no podía subir ningún día, me quedé con ellos y no me vine a Barcelona (!!!!)*. Montamos entre todos un espléndido Monumento (con el Santísimo en el Sagrario, naturalmente) con gran profusión de luces y los días Santos, subimos todos a la iglesia donde les leí el Evangelio de la Pasión, cada día de un evangelista distinto. Esto, al parecer sin importancia, les hacía sentirse como si realmente hubiesen tenido ya conmemoración de Semana Santa. El sábado de Gloria, con todos mis muchachitos, subimos al campanario e hicimos voltear las campanas con tanto empeño que hasta en los pueblos vecinos se percataron que en Olsón pasaba algo. No, no pasaba nada, simplemente celebrábamos la Resurrección de Cristo.En verdad es hermoso, muy hermoso, hacer las cosas para que los demás se sientan felices. Creo que si muchos religiosos: sacerdotes y religiosas lo comprendiesen así, no estarían aquellos pueblos tan abandonados. ¡Tenemos tanto por misionar en España!
Ya, durante los últimos tiempos que estuve allí, pensé (¡había tanto tiempo para pensar!) que debía hacer algo para proveer la escuela de material, y con los niños ensayamos varios cuentos regionales (nos gustaba mucho cantar) y luego pusimos letra con música de jota a unas tonadas dedicadas a cada uno de los “barrios” o caseríos del pueblo. Una vez bien ensayado todo, nos fuimos a recorrer el pueblo. Llevamos con nosotros algunos cestos y para acompañar nuestras canciones: panderetas, castañuelas, algunas esquilas del ganado y una guitarra. Nos deteníamos frente a cada “barrio” y entonábamos primero un canto regional y luego la jota a ellos dedicada; precisamente en este momento se me ocurre alguna:
En el barrio de la Fuente

les venimos a cantar

la escuela no tiene mapas

no podemos estudiar

no podemos estudiar

la escuela no tiene mapas

 

Señor Alcalde Mayor

por primera autoridad

le venimos a cantar

por si nos quiere ayudar

por si nos quiere ayudar

le venimos a cantar.


Toda la gente salía a escucharnos y después nos obsequiaban con lo que tenían comestible, naturalmente, porque dinero no tenían; y así andando por el pueblo llegamos a recoger bastantes cosas: huevos, patatas, patas de cerdo, tocino, alguna botifarra, vino etc. etc. Luego, el domingo, al salir de Misa, aquél día la tuvimos, y ante todo el pueblo, hicimos una subasta de lo recolectado y sacamos un total de 300 pesetas que, sea dicho de paso, nos pareció mucho y nos vino de perlas. Compré muchas cosas (eso de muchas es un decir) que faltaban en la escuela y … al cabo de pocos días recibí una carta del Sr. Gobernador de Huesca (que se había enterado de nuestra ronda, so sé cómo) felicitándome y mandando para la escuela un lote de material. No recuerdo bien ahora lo que había, pero creo que entre otras cosas había una pizarra, mapas, material para la enseñanza del Sistema Métrico, libros de consulta para el Maestro y bastantes libros para iniciar una Biblioteca Escolar.
Durante el invierno, como las gentes no andaban cansadas, daba, después de cenar, clases a los mayores. Venían a recogerme y me acompañaban nuevamente.Hacía allí un frío intensísimo y nevaba muchas veces. En la Escuela estábamos calentitos. No es que hubiese mucha leña, no había ninguna. Cada día, cada uno de los niños venía a la escuela con un par o tres de maderas para quemar por la mañana y otras tantas por la tarde. Teniendo en cuenta los pocos niños que eran, teníamos solamente la suficiente. Los días que nevaba y los siguientes en que los caminos permanecían helados, me acompañaban a clase montada en un burro para que no resbalase.
Así, entre el cariño de todos, transcurrieron aquellos dos primeros cursos de mi vida profesional. Es un periodo que nunca olvidaré y creo yo el mejor. En cuanto a la satisfacción que produce la labor realizada y el deber cumplido, creo que en ninguna parte ya podré sentirla tan intensamente.
 
OLSÓN
 
 
* La negrita y los signos de admiración los he puesto yo. No creo necesario aclarar por qué.

miércoles, 16 de julio de 2014

Juegos florales de la era moderna en Troncedo

Ha nacido un nuevo concurso  que puede llegar a emular aquellos juegos florales de la Antigua Roma, nos hacemos eco de ello a través del

COMUNICADO  DE LA  COMISIÓN DE FIESTAS  DE TRONCEDO:


Con motivo de las próximas fiestas patronales en honor a San Lorenzo y ante la evidente decadencia del hasta ahora habitual trovador de la “Ronda d'os casaus” (ya hace años que no escribe nada, lo hizo un par de años y luego ... ¡a vivir del cuento!); la Comisión de Fiestas 2014 tiene a bien convocar la

PRIMERA MUESTRA DE COPLAS Y POEMAS POPULARES “FIESTAS DE TRONCEDO”  
con arreglo a las siguientes BASES:

1.¿QUIEN? 
Podrán participar en esta muestra todas aquellas personas que lo deseen independientemente de su edad, raza, sexo, religión, ideología política, lugar de nacimiento, orientación sexual, gustos musicales, etc.

2¿COMO? Las coplas o poemas deberán ser originales e inéditos, en caso de no cumplir estas condiciones por lo menos deberán tener algo de gracia. Los participantes deberán remitir las coplas o poemas a la Comisión Organizadora por cualquier medio, pero si se hace mediante un FICHERO DE TEXTO adjunto a un e-mail o similares nos facilitáis la faena.

Las coplas o poemas podrán tener cualquier forma o extensión, pero si son ESTROFAS DE CUATRO VERSOS OCTOSÍLABOS será mas fácil que las podamos cantar. 

Si el autor/a tiene alguna preferencia acerca de la música adecuada para cantar sus coplas o poemas, deberá indicarlo junto con las mismas (aunque no garantizamos que se le dé gusto, pues  tendrá que encajar con el repertorio de los rondadores). 

Si el autor/a, por gusto o para evitar que otros las destrocen, desea cantar o recitar sus coplas o poemas personalmente o que lo haga alguna persona de su confianza; deberá indicarlo a la presentación de las mismas y acudir, él o la persona que designe, a los ensayos que se convocarán oportunamente.

3.  ¿CUÁNTO? Cada participante podrá presentar tantas coplas o poemas como desee.

4. ¿CUÁNDO? Lo antes posible, pero en todo caso siempre ANTES DEL ÚLTIMO ENSAYO que se celebrara el día 11 de agosto después de comer en el local social de Troncedo.

5.  PREMIOS. El jurado, tras la oportunas deliberaciones, dividirá las obras presentadas en tres categorías que optarán a los siguientes premios:

PRIMER PREMIO: Las que nos gusten mucho se las haremos cantar a los mejores cantadores.
SEGUNDO PREMIO: Las que nos gusten menos se las dejaremos cantar a cualquiera.
TERCER PREMIO: Las que no seamos capaces de cantar, las recitaremos.

6. JURADO. El jurado estará formado por los siguientes miembros: Todos los que acudan a los ensayos

7. COMISIÓN. Estará formada por: Todos los ayudantes que estos consideren oportuno nombrar.

 8. Para todo lo no recogido en estas bases se estará a lo que decida la Comisión Organizadora y/o el Jurado. Y no se podrán rechistar sus decisiones.

Observaciones personales al evento:

PRIMERA. Que digo yo que, si os habéis molestado en visitar el enlace que he "metido" en los Juegos Florales, habréis comprobado que los romanos no eran precisamente recatados, que sus festivales tenían connotaciones licenciosas y sensuales. Sólo lo dejo caer ...

SEGUNDA, pero no secundaria. Dado que el certamen se asocia (porque así lo he decidido yo misma) a los Juegos Florales descritos, SOLICITO  que la Comisión y/o Jurado no hagan el capullo y, de manera similar a como se hacía en este tipo de certámenes cuando se recuperaron en tiempos decimonónicos, obsequien el ingenio y la gracia de los poetas con una flor o, válgase la redundancia, capullo. Yo por mi parte, que por supuesto aspira a premio, con un ramico de albahaca del huerto de Juan me daré por satisfecha. Bueno, y si la Ronda d'os Casaus ha mejorado la entonación y el acople vocal con respecto a hace tres años, más satisfecha todavía. 



sábado, 12 de julio de 2014

Lupercio de Latrás, bandolero de novela.

Latrás, perteneciente al Ayuntamiento de Sabiñánigo
Recuerdo que en la Jornada Cultural del año 2004 en Troncedo, Severino Pallaruelo ya nos habló de Lupercio de Latrás. En aquella ocasión Severino disertó sobre las tres épocas  que marcaron hitos en la historia del Sobrarbe: el s. XI, tiempos de frontera entre moros y cristianos; el s. XVI, con las revueltas de los nobles de la zona contra el creciente poder real ; y el s. XX con la construcción de embalses y los efectos geográficos y poblacionales que todos conocemos. Ahora nos encontramos de nuevo con Lupercio (ay, Lupercié, Lupercié ... como parece que suspiraba su madre cuando tenía noticia de sus correrías) entre la bibliografía que Luz Gabás cita en su última novela y tras cuya lectura, como ya comentaba, quedan ganas de saber más de la época. Entre las múltiples  referencias se encuentra un libro de 1993 del mismo Severino Pallaruelo, Bardaxí: cinco siglos en la historia de una familia de la pequeña nobleza aragonesa, y un interesante artículo que Carlos Bravo escribió en 2005 sobre el bandolero que, por propios méritos podría ser  protagonista perfecto para una novela o para una película de aventuras. De hecho, yo creo que el personaje de Surano en Regreso a tu piel bebe íntegramente (y se queda corto) de la biografía de este noble segundón que no se conformó con su destino.   Transcribo un  amplio extracto del artículo citado para que quienes hayáis leído la novela, opinéis al respecto:


"Lupercio era el segundo hijo de Juan de Latrás y María de Mur. La familia paterna era de infanzones y contaba con una dilatada tradición de servicio al rey en diversas empresas militares. Tenían su castillo, y de ahí toman su apellido, en el pueblo de Latrás, hoy perteneciente al municipio de Sabiñánigo, núcleo del que dista 15 Km. Lupercio, sin embargo, había nacido a mediados del siglo XVI en el valle de Hecho, donde la familia tenía propiedades y de donde tal vez procediera su linaje. Pedro, su hermano mayor y primogénito, siguiendo la tradición, había participado en sucesivas campañas militares hasta que, a la muerte del padre, regresó a casa para hacerse cargo de las posesiones familiares que la institución del mayorazgo le concedía. Lupercio, muy apegado a su madre desde pequeño, recibió algunos estudios en Jaca, pero pronto mostró un carácter violento que causó continuas preocupaciones a su progenitora y a su hermano mayor, persona reflexiva y moderada que intercedió por él en multitud de ocasiones hasta el final de su vida. Había un manifiesto antagonismo en la manera de ser de los dos hermanos: a Pedro le llamaban "el galán"; a Lupercio, "el trotamundos".

El primer suceso de gravedad ocurrió en Hecho, cuando Lupercio intervino como mediador en una disputa entre dos bandos que terminó con dos muertes que le fueron atribuidas. Consiguió huir, pero fue condenado a la pena capital por los jurados del valle y mandado perseguir por el rey Felipe II y por la Inquisición, acusado de formar una cuadrilla de bandoleros que atemorizaba a las gentes de aquellas tierras. Su hermano Pedro le aconsejó refugiarse en Francia y consiguió que ejerciera allí labores de espía, informando al rey de los movimientos de los hugonotes y de las intenciones del monarca francés de recuperar Navarra, que siempre consideró como suya. Agradeció el rey de España sus servicios y le conmutó la pena de muerte por la obligación de enrolarse en los tercios imperiales. Fue enviado a Sicilia como capitán de infantería, al frente de una compañía de doscientos hombres que él mismo debió reclutar previamente. Las autoridades querían limpiar de revoltosos aquellos lejanos valles pirenaicos. Hay que decir en este punto que es posible que Lupercio aceptara el ofrecimiento real por el amor que sentía hacia su prima Ana María de Mur y porque en el ejército esperaba hacer méritos para ganar su aceptación.

Estuvo Lupercio cuatro años en Sicilia: allí conoció la tacañería del rey con sus soldados y, en vez de hacer riqueza como esperaba, tuvo que pagar de su bolsillo -esto es, de la hacienda familiar- los gastos de su compañía. Consiguió, sin embargo, permiso real para ir a Roma a solicitar el perdón del Papa Sixto V. Recibida la absolución papal, no duró mucho su propósito de enmienda. Cansado de la inactividad, pidió un traslado a Flandes que le fue concedido, pero sin el esperado ascenso. Después de otra serie de aventuras marineras que le llevaron hasta  las islas Azores y Portugal y que le depararon nuevas acusaciones de no  haber prestado auxilio a un naufragio, acabó en prisión y obligado al pago de una fuerte multa. Eso dolió tanto a Lupercio que, lleno de rabia, abandonó la milicia y, ya convertido en desertor, cruzó a caballo la península hasta alcanzar tierra altoaragonesa. Juzgó tan injusto aquel suceso que a partir de ese momento se produjo un cambio irreversible en su comportamiento.

A ello tal vez contribuyó el que al regresar a su tierra natal no encontrara muy receptiva a su pretendida Ana de Mur y no pudiera anunciar su boda como al parecer era su deseo. Poco después, Ana se casó con Martín Abarca de Bolea y de esa unión nacería Ana Francisca, monja cisterciense en Casbas y reconocida escritora en lengua aragonesa. Es a partir de este momento cuando las equivocadas decisiones de Lupercio lo precipitaron por una pendiente sin retorno.

Dos conflictos sacudieron en esas fechas el territorio aragonés. En Ribagorza, el conde Martín de Gurrea -y más tarde su hijo Fernando- debió hacer frente a una rebelión de sus súbditos instigada desde Madrid por el conde de Chinchón y por el propio rey Felipe II que deseaban el retorno del condado al poder real. En la Ribera del Ebro, los enfrentamientos entre los pastores montañeses (cristianos viejos) y los moriscos (cristianos nuevos) habían aumentado de manera peligrosa. En ambas disputas participó activamente Lupercio de Latrás. Al ser solicitados sus servicios por Rodrigo de Mur, señor de Lapenilla, decidió acudir a Ribagorza para ayudar a los defensores del conde. El de Latrás, antes de ir a Ribagorza, se encaminó hacia la ribera del Ebro para reclutar partidarios que le acompañaran en su empresa de ayudar al conde a salir del apuro en que se hallaba. Allí expuso sus planes a los feroces cabecillas de los pastores tensinos que encabezaban la revuelta contra los moriscos de la tierra baja. Cuando los montañeses quisieron terminar las sangrientas acciones emprendidas, Lupercio se sumó a ellas y participó en las terribles matanzas perpetradas en las poblaciones de Codo y Pina de Ebro. Los cronistas de la época documentan con detalle las espeluznantes escenas producidas en los saqueos y las destrucciones que causaron cientos de muertos entre los moriscos. La situación llegó a tal extremo que las autoridades tomaron cartas en el asunto: se organizaron partidas que persiguieran sin tregua a los alborotadores, quienes, por sus antecedentes militares, habían nombrado a Lupercio su capitán.

Fue entonces cuando el de Latrás, pese a que muchos de sus hombres no le secundaron en la empresa, se dirigió a Ribagorza, donde Rodrigo de Mur y los partidarios del conde resistían en el castillo de Benabarre. Sin embargo, cuando Lupercio y los suyos llegaron a Benabarre ya no fue necesaria su intervención. Poco tardó, sin embargo, "el trotamundos" en volver a las andadas, y esta vez de manera muy sonada. Se lanzó nada menos que a la toma de la villa de Aínsa. Hizo creer en un principio a sus habitantes que lo hacía en nombre de los diputados de Aragón, que no querían que el rey de España acabara con las libertades y los fueros del Reino. Pero pronto quedó al descubierto el embuste, provocando gran enfado tanto entre los diputados aragoneses como en los círculos reales, decididos a poner fin de una vez por todas a las acciones violentas de Lupercio y su cuadrilla. Se publicaron bandos y se puso precio a su cabeza. Pero en un rasgo de provocadora osadía, el bandolero bajó hasta Zuera y colgó pasquines en los que se ofrecía una recompensa por la cabeza del virrey.

Sin embargo, en esta ocasión, las autoridades estaban dispuestas a llegar hasta el final y emprendieron una persecución implacable sobre Lupercio y los suyos. Pese a todo, el de Latrás, en sucesivos alardes de valentía y astucia, conseguía escapar una y otra vez de sus perseguidores. Esta carrera llevó a unos tras los otros de Sangüesa a las Cinco Villas y, más tarde, a Almudévar, Grañén y Lanaja, hasta llegar a Candasnos, donde Lupercio, rodeado por completo, consiguió escapar "in extremis". Quedó diezmada la partida en la refriega y más de ochenta de los suyos fueron allí mismo ejecutados como escarmiento.

Se refugió entonces el de Latrás en la villa de Benabarre. Al ser detectada su presencia, mandó el gobernador un gran número de hombres que cercaron el castillo de la población ribagorzana. Aunque parecía imposible, Lupercio consiguió escapar de nuevo sobornando a algunos sitiadores. Desapareció un tiempo de la escena y anduvo errante por diferentes lugares. Otra vez aconsejado por su hermano, pasó a Francia y más tarde a Inglaterra. Fue nuevamente su protector Pedro quien, al parecer, convenció al rey para que conmutara la pena de su hermano y aprovechara su estancia en tierras británicas para volver a usarlo como espía. Es posible que en esta función Lupercio aún prestara alguna ayuda de utilidad a la corona. Quiso volver a España y lo hizo enrolado en un barco de piratas que pretendían robar en varias poblaciones de las costas del Cantábrico. Una fuerte tormenta provocó que la embarcación encallara cerca de Santander. Lupercio fue hecho prisionero, trasladado al alcázar de Segovia y ejecutado en secreto por orden del rey.

Terminaba así la vida de un personaje que habría de convertirse en leyenda -una canción popular chesa lo recuerda todavía en esas tierras-, y que es un exponente máximo de las revueltas y alteraciones que sacudieron al Reino de Aragón en la segunda mitad del siglo XVI"

Aunque Lupercio hubiera nacido en Hecho y su familia poseyera castillo y tierras en el lugar de Latrás, ya vemos que no se detuvo ante ninguna frontera para sus correrías pero además hay que señalar que estaba muy vinculado a  territorios bien próximos a los nuestros según escribe Alfredo López Lanaspa en el Volumen XXXV de la revista Serrablo, "en 1412 Sancho Sanz de Latrás le juró fidelidad al rey Fernando en Zaragoza, posteriormente Pedro Sanz de Latrás sería heredado por su hermano Juan Sanz de Latrás, caballero de la orden de Santiago y esposo de Esperanza Mur de Bardaxí, hija de Ramón de Mur señor de Pallaruelo de quien recibió como dote el lugar de Ligüerre de Cinca junto con el valle de Lierp y la villa del Turbón.  Lupercio Latrás, esta vez ante el notario Juan Villanueva, en 1582 vendió a su madre María de Mur los bienes que habían pertenecido, a su tío Pedro Latrás, de quién Lupercio sería heredero universal según se desprende del testamento público llevado a cabo en el castillo de Latrás ante Juan de Xavierre menor, notario público de Jaca" Creo recordar que, en la conferencia citada al principio de este artículo, Severino situaba a Lupercio de niño (cuando aún era Lupercié) en la Casa Palacio de Ligüerre.

1591, tropas castellanas entrando en Zaragoza



lunes, 7 de julio de 2014

Regreso a tu piel. Luz Gabás

Terminé  este segundo libro de Luz hace un par de días. He de confesar que lo he leído con interés pero con sentimientos encontrados. El recurso a temas esotéricos y la pasión amorosa que enlaza el pasado con la actualidad me parecían, en mi modesta opinión, demasiado artificiosos para contar la historia principal, la de los terribles sucesos acaecidos en un pequeño pueblo de la Ribagorza a finales del siglo XVI. Lo más atroz del relato era precisamente que se tratara de hechos históricos que nos tocan tan de cerca en el espacio y también en el tiempo, al fin  y al cabo, cuatrocientos años no corren igual en una gran ciudad que en un pequeño núcleo de casas de estas montañas, donde en la gran mayoría se han seguido perpetuando las mismas familias a lo largo de estos cuatro siglos y se han repetido las mismas historias generación tras generación al calor del fogaril. Aunque, oh casualidad, precisamente esta historia había sido olvidada o ignorada, seguramente por lo vergonzante de las ejecuciones además del modo y las razones que empujaron a cometerlas. Me imagino que no pasaría mucho tiempo antes de que los habitantes del lugar se dieran cuenta de la tremenda barbaridad que se había cometido y llegaran, cada uno por su lado, al acuerdo tácito de silenciarlas para siempre, quedando sólo un pequeño eco de los hechos  en torno a leyendas o supersticiones sobre la brujería que, ésas sí, se habrían ido transmitiendo entretejidas en los relatos de otros cuentos mitológicos y tradicionales.

Leí las últimas páginas del libro, las referencias bibliográficas y los agradecimientos de la autora, en el AVE que me trasladaba de Madrid a Zaragoza y, poco más de dos horas después de bajar del tren, había ya pasado  Graus y enfilaba con el coche la carretera de Troncedo. El paisaje familiar, mil veces recorrido, me enfrentó como siempre con el solitario y robusto Turbón, tantas veces contemplado y admirado. Y entonces sucedió algo inaudito, un instante en el que sentí que lo veía por primera vez, que no era la montaña conocida y fijada en mis recuerdos desde que tengo conciencia de tenerlos, ahora era el monte Beles y los campos a mi derecha, los que miran hacia el valle del Ésera, eran similares a los que Brianda de Lubich en el siglo XVI y Brianda de Anels, en el XXI, recorrían apasionadamente en busca de serenidad y libertad. Y aunque parezca que adopto un tono místico del que he empezado de alguna manera renegando, tengo que reconocer que el magnetismo que impregna la novela pareció como si se me revelara a través de la contemplación de esa mole de roca y misterio que domina el valle. La distancia y  cierta frialdad con la que había pasado las páginas, que no indican que a la vez no me sintiera atrapada por ellas, se dispersaron, haciéndome comprender o aceptar sin reparos los elementos más pasionales del libro, la fuerza del relato*.

De todas maneras sigo manteniéndome en que la parte referente a la actualidad está un poco sobredimensionada, la potencia de los acontecimientos del siglo XVI son la clave y una se queda con ganas de saber más. En este sentido, agradezco  a la autora todas la bibliografía aportada.

El Turbón desde Troncedo
 *Nota: Uno de los datos que me sorprendió prácticamente al final de la lectura fue el de la edad de la  protagonista cuando la ejecutan, la cifra es una sacudida que nos sitúa definitivamente en la época, cuando la vida era mucho más corta e insegura pero a la vez, o precisamente  por ello, se viviría con más intensidad. La fuerza, el arrojo y la determinación de Brianda difícilmente pueden haberse alcanzado en lo que hoy en día son los primeros años de una juventud recién salida de una larga y prolongada adolescencia, concepto que en el siglo XVI ni siquiera se  nombraba, era un período vital inexistente.