“Los soldados estuvieron de pie junto a los juncos alrededor de tres horas y media hasta que, a medianoche, el matemático Tagüeña, encargado de aquellas unidades, dio una señal que era una palmada al hombro que los unos a los otros de forma consecutiva se iban a dar a lo largo de todo el trecho de río que habían escogido para franquear. No lanzaron consignas o gritos de guerra. La operación se llevó a cabo en el más absoluto silencio, interrumpido únicamente de los remos de las barcas mal bogadas. Fueron guiados por aparceros republicanos de la zona, quienes conocían los puntos del río menos peligrosos. Aunque también hubo quien sintió pánico al ver las aguas del río y desertó, como el Campesino, uno de los militares republicanos más célebres y loados.”
![]() |
El tío Miguel, campesino y soldado. (El marco de la foto lo hacían los propios soldados en sus ratos de ocio en el frente) |
Y si esta abundancia de imágenes y relatos metafóricos ha añadido dificultad a la lectura y derivado en una digestión más lenta, también hay que reconocerle que contribuyen de manera diferente a todo lo escrito hasta ahora para concluir que la trágica travesía de Jándula, trasunto literario del pueblo natal del autor, resume de una u otra manera la de todos los pueblos peninsulares así como el personaje de Odisto y su familia, a los cientos de miles de campesinos arrastrados y arruinados vitalmente por la violencia desatada tras el golpe militar. Volviendo a lo conocido de primera mano, en Troncedo no he oído que pasara literalmente eso de que los cristales se desgastaran por la mirada de las mujeres atisbando la llegada del ausente pero sí me han hablado de las madres que salían corriendo cuando, en un goteo lento y angustioso, por el camino aparecía la figura de un soldado que volvía. Cada una de ellas esperaba que esa vez fuera su hijo, aunque ya sabemos que algunas se llevaron ese anhelo a la tumba.
Difícil escoger entre tanto dolor y brutalidad pero el capítulo 112, El puerto de los olvidados, me ha resultado particularmente estremecedor de principio a fin. Y, contra los reparos esbozados en lo referente al estilo imaginativo del autor, no puedo dejar de destacar el valor en la abundancia de citas históricas que acrecientan el rigor de la historia y retratan perfectamente a los protagonistas históricos de uno y otro lado. Y como mi modesta opinión no es más que eso, modesta, después de escribirla he buscado otras y, entre ellas, apunto esta encontrada en un blog de críticas literarias que, aunque difiere notablemente en el valor que atribuye al estilo del autor, coincide en muchos aspectos con la mía:
Sea como fuere, La península de las casas vacías merece vuestra atención y no saldréis indemnes de ella. Os emocionaréis con los personajes, con el uso del realismo mágico, con las tragedias, con los abusos y la rabia descontrolada de los fascistas, con la indignación de los republicanos demócratas, os indignaréis con las malas decisiones del ejército republicano y los aciertos de un Franco apoyado por el fascismo europeo. Y, ante todo, sufriréis con el devenir de una familia humilde que se ganará vuestros corazones y que lo irá rompiendo hasta la última página. No hay tregua para los Ardolendo, no hay tregua para Odisto y su familia. No hay salida posible de una guerra civil. Y quizás, tras su lectura, seamos un poco más conscientes del dolor que se padeció en España entre 1936 y 1975. Y quizás, tras su lectura, nos comprometamos un poco más con la memoria democrática, con la verdad, la justicia y la reparación de las víctimas republicanas.
En este sentido es el propio autor quien nos interpela directamente y de forma abundante entre sus páginas. Se trata de otro ejercicio estilístico peculiar en el que él mismo se hace presente y juega a interactuar con los personajes e incluso a alterar los tiempos y el devenir de la Historia:
“Si os preguntáis la razón por la que he preferido descongelarlos y matarlos a que despertaran en cuarenta años, os la resumo: me daba pena que, en cuatro décadas, los niños despertaran en una sociedad que, en lugar de tratar la guerra con una firme memoria histórica, firmará un pacto de silencio y dedicará únicamente un par de páginas en los libros de texto al conflicto”.