Que nadie se lleve a engaño al leer algunos de nuestros ultimos posts, no es que en Troncedo seamos precisamente religiosos ni tampoco que dejemos de serlo, allá cada cual con sus creencias. Afortunadamente en el inicio de esta segunda década del siglo XXI podemos expresarnos con libertad al respecto; pero no siempre ha sido así y la Iglesia Católica ha dispuesto durante siglos a su arbitrio del calendario y las costumbres de nuestros antepasados, las más de las veces apropiándose de otras con un origen anterior relacionado con la naturaleza y los ritos paganos. Pero ése es un tema que requeriría la participación de personas más expertas y esta breve introducción no es más que el anuncio de que se acerca otra fecha importante en el calendario de fiestas dedicadas a un santo. Por si alguien no se había dado cuenta todavía estamos en plena temporada de "los santos barbudos" y el lunes 17 de enero le toca el turno a San Antonio Abad, más conocido por estos lugares como San Antón. Este era mucho más popular y festejado en Troncedo que su homónimo San Antonio de Padua que se conmemora el 13 de junio y se me ocurren dos razones para que el de las barbas esté en el top de la devoción: por un lado, el calendario; sin duda había más tiempo para fiestas y jaranas en estos días de invierno, cuando las labores del campo estaban detenidas por el hielo y las nieves que en el mes de junio con los campos en sazón y en vísperas de recolección y con otras muchas faenas por hacer; por otro lado, este santo patrón y benefactor de animales era más candidato a conseguir los votos de unos campesinos que vivían muy pendientes y cercanos a las bestias de las que dependía su propia subsistencia. Nada tenía que hacer frente a estos puntos la figura de su homónimo italiano que buscaba novios a las mozas casaderas, para eso ya estaban los padres y los hermanos mayores que harían los tratos precisos y más ventajosos para la casa llegado el momento.
Precisamente al Antonio barbudo se refiere el conocido refrán que dice: "Si sale con barbas, San Antón y, si no, la Purísima Concepción" que cuántas veces no habré escuchado yo en la voz de mi madre, señal inequívoca de que iba a tomar una decisión importante y que asumiría sus consecuencias, fueran cuales fueren. También quiero hacer notar que precisamente en Casa Albañil de Troncedo había muchos Antonios que, por supuesto, celebraban su onomástica este día. A principios del siglo XX llegaron a juntarse un padre, dos hijos y un yerno con ese mismo nombre, ¡vaya lío!, muchos años después llegaría también un bisnieto del primero pero ya no coincideron en el tiempo. Fiestas de San Antón en Troncedo. Fiesta de las Damas y Caballeros de los niños. Se hacía algo parecido a lo que hacían los mozos para Reyes, también se ponían los nombres de zagales y zagalas en distintos pucheros y se formaban parejas. La noche de la víspera, los zagales de la escuela iban con esquillas y trucos a rondar por las casas para que les dieran figas, tortas, rosquillas, ... y hacerse luego una buena merienda. Cuando llegaban a cada casa un zagal daba un silbido para hacer callar las esquillas y unir las voces en una canción. Si en una casa estaban de luto, en lugar de cantar, rezaban. El primer año que se participaba en la fiesta había que pagar una entrada y al final se repartían los gastos a escote. Sobre los años 30 esto suponía un real de entrada y dos de gastos. Al baile del día de San Antonio acudía todo el pueblo. También se hacía poncho del que bebían pequeños y grandes. Los días anteriores se habían recogido troncos y leña del monte que se iban acumulando en la plaza para hacer una gran hoguera que calentara durante la fiesta. Esta costumbre acabó un año en el que, cuando Caballés de Antón se llevaba un brasero a casa Arcas para poder jugar allí a las cartas más cálidamente, un grupo de críos se lo quiso impedir echándole hojarasca e incordiándole hasta que perdió la paciencia y lanzó el contenido del brasero por los aires. Las brasas cayeron encima de José Mª de casa Soltero y otros, causando daños y disgustos. Si no se consumían en la fiesta todas las viandas recogidas, las sobras se acababan en el baile del día de San Sebastián (20 de enero) a la vez que se nombraban los tres mayordomos infantiles para el año siguiente.
(Fuente: Caixigo nº 1, Junio 2004)
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