Estamos recordando en estos días el 80 aniversario de unos acontecimientos nefastos de la reciente historia de España, la sublevación militar de aquel 18 de julio de 1936 conmocionó hasta el último rincón de este país. En todos y cada uno de los pueblos de España se sufrieron las consecuencias. Aún en el caso de que no llegara el estruendo de las balas y cañones directamente, en todos los lugares fueron movilizados los mozos para empuñar las armas. En El Caixigar del año 2015 incluíamos un pequeño artículo sobre los estragos que aquella guerra causó entre las casas de Troncedo.
Heridas de guerra
Recuerdo a José María
de Soltero como una persona afable. Lo veo sentado en el pedrizo
de la placeta de casa Baile y dejándome el tocho para jugar,
siempre de buen humor. José María necesitaba del bastón para
compensar la acusada cojera que trajo como “medalla” de la guerra
civil. Recientemente me contaba Palmira que no fue como consecuencia
de ninguna herida sino debido a la congelación sufrida durante una
gran nevada que tuvo que soportar en plena batalla. Y no fue el único
que vino con secuelas, yo misma he oído contar innumerables veces
con gran pesar, cómo mi tío Miguel Lacambra de casa Albañil
se trajo una infección de riñón mal curada, también “conquistada”
en el frente, que terminó por llevárselo a la tumba con tan sólo
26 años. Y fueron también muchos los mozos que ni siquiera pudieron
alcanzar ese momento dichoso de la vuelta a casa y el abrazo
familiar. Mi madre me relataba cómo a lo largo de los meses e incluso
años que siguieron al fin de la contienda, los jóvenes iban volviendo
en goteo, todos en lamentables condiciones, después de haber pasado
por inimaginables padecimientos que incluían en muchos casos la
prisión y los campos de concentración, como ocurrió con Antonio
Latorre de casa Albañil y Jesús Cavero de casa
Torretas que estuvieron retenidos en el Fuerte del Rapitán, no así
Salvador Olacia de casa Baile que, aún compartiendo destino
con ellos, pudo librarse en el último momento de la prisión.
Cada vez que alguien daba la voz de aviso de que se veía venir a lo
lejos un caminante con aire derrotado, todas las madres salían
corriendo al encuentro, a comprobar si esta vez el que tornaba era el
ansiado hijo del que no se tenía noticia. Pero hubo muchas que no
pudieron consumar ese abrazo; con la ayuda de las hermanas Nieves y
Amparo Senz, nacidas ambas en casa Torretas, hemos ido repasando la
distinta suerte que corrieron otros mozos del pueblo, además de los
ya citados. Vicente Castán de casa Viu, Higinio Solano
de casa Salas, los hermanos Orencio y Enrique Lanau de casa
Pascual, Ramón Fumanal de casa Blan y Emilio Laplana
de casa Sarrat fueron seis que nunca volvieron. José Cavero
de casa Torretas fue dado por desaparecido en un principio pero luego
apareció y lo mismo ocurrió con José Beltrán de casa
Solanilla, sólo ellos sabrían las peripecias que debieron pasar en
medio de la confusión del final de una guerra en la que les tocó
pelear por el bando perdedor. Otra suerte, aunque no creo que con
menos dosis de amargura, fue la de José Mur de casa Castro
que terminó como voluntario en la División Azul. A estas alturas
todos sabemos que esa voluntariedad fue en, los más de los casos,
bastante relativa, por no decir forzada.
La suerte o el destino de
aquellos campesinos soldados dependía a veces de tomar o no la
decisión acertada, valga como ejemplo que el ya citado Orencio Lanau
y Ramón Buil de casa Soltero estuvieron juntos retenidos en
Barbastro y que, cuando uno de los jefes les dio permiso para
regresar a casa, Ramón emprendió la vuelta a Troncedo pero Orencio
decidió cruzar la frontera hacia Francia, sin llegar nunca a
alcanzarla pues cayó abatido en algún punto del camino*.
No se agota la lista de
movilizados en estos quince nombres que nos resultan tan familiares,
fueron por lo menos otros tantos en un pueblo que entonces contaba
con 25 casas, lo que significa que había muchas en las que llegó a
haber dos hermanos luchando y, es más que posible que se cumpliera
literalmente el término de guerra fratricida con el que se
califica a la guerra civil española, pues en los últimos meses el
caos y la desesperación en el bando republicano (los rojos)
que era el que había movilizado a los de Troncedo fueron tremendos,
y sabemos de más de uno de los soldados que, huyendo de la debacle
final, se pasó a la zona nacional.
* Tras la publicación citada, alguien me comentó que el final de Orencio no fue exactamente así aunque el resultado de muerte fue el mismo.
Pilar Ciutad
* Tras la publicación citada, alguien me comentó que el final de Orencio no fue exactamente así aunque el resultado de muerte fue el mismo.
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