Pasear por el bosque siempre es una actividad placentera pero, sin duda, en otoño el paseo multiplica sus atractivos. Además de alimento para el espíritu, la vista y los pulmones, en un año tan lluvioso como el actual, la abundancia de setas de todas las variedades y formas puede llenar la cesta de esos riquísimos manjares que brotan de una manera espontánea y casi "mágica". La naturaleza no deja de sorprendernos, no sólo el bosque sino nuestros campos y árboles maltratados por el abandono, nos recuerdan tozudamente que siguen ahí; aunque el cuidado y la labor humana los haya olvidado, ellos nos obsequian cada temporada con sus sabrosos frutos, más dulces si cabe que cuando la mano del hombre los trataba pues ahora concentran en cada uno de ellos toda la fuerza de la naturaleza en bruto. No hay que andar mucho ni alejarse demasiado de los antiguos caminos en torno al pueblo para recoger en estos días una variada y rica cosecha (y no sólo de setas.) Quizás por ello en esta jornada ha venido a mi memoria una frase bíblica que, en aquellos años infantiles en los que nos nutrían de Historias Sagradas, me parecía enigmática: "Dios proveerá", le decía Abraham a Isaac cuando lo llevaba al altar del sacrificio. Dios, no sé si el mismo de los judíos o uno más ligado a las fuerzas naturales, nos sigue proveyendo a pesar de todo y de todos.
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