lunes, 5 de agosto de 2024

Encuentro con Enrique Satué (II)

Foto: Jovita Olacia
Si el viernes 2 de agosto tuvimos, entre otras cosas, el placer de revivir la presencia de antiguos y poderosos personajes que  sometieron  a estas tierras  y a sus gentes durante siglos, el encuentro del sábado 3 por la mañana tuvo un carácter bien diferente. Enrique Satué, viajero incansable por todo el territorio pirenaico que conoce palmo a palmo tanto como el alma de sus gentes más sencillas y sabias, compartió con nosotros su viaje vital. Creo que no podemos llamar de otra manera esta deliciosa experiencia literaria.  En teoría, venía a presentarnos su último libro, Pirineo y manta, pero este trabajo es más que un libro, es el compendio de toda una vida de estudio, investigación, reflexión y, literalmente, de pisar terreno. En la explicación sobre el proceso que ha seguido para construir esta obra que no deja un resquicio de vida por tocar*, Enrique va trazando con sencillez y espíritu didáctico (no podía ser de otra manera),  entre anécdotas y reflexiones profundas, el camino de toda una vida, la suya.   Fiel a sus orígenes y siempre con la memoria de sus antepasados presente, homenajea con enorme respeto a quienes construyeron ese mundo pirenaico con esfuerzos sobrehumanos: un mundo del que somos herederos...* Pero que nadie se lleve a engaño, ahondar en lo próximo, no es incompatible con abrir la mirada al horizonte lejano. Hace ya mucho tiempo, en la primera página de uno de sus libros,  (no recuerdo cuál) me encontré con un proverbio oriental que decía más o menos... “Cada teja de mi pueblo explica el mundo”, no he podido olvidarlo, vuelvo a él en numerosas ocasiones, cuando un hecho próximo me invita a extrapolarlo a historias ajenas, sea en sus protagonistas, en el espacio o en el tiempo o en todo a la vez. Volví a recordarlo varias veces a lo largo de la exposición del sábado, escuchando el relato de esos viajes iniciáticos que un niño tímido, retraído podríamos decir, hacía sin levantarse de la silla, delante de su colección de cromos de los países del mundo;  o el de las intrépidas vacaciones en el pueblo con tíos y abuelos, en una de las cuales le tocó acompañarlos mientras cerraban la casa. Sin duda esos "grandes viajes" fueron la mejor oportunidad para el aprendizaje y conocimiento del mundo y del alma humana. A las pruebas (a toda su obra profesional y literaria) me remito. No era preciso irse muy lejos para llegar más lejos y a una de las conclusiones más hermosas que he oído en estos tiempos de exaltación de nacionalismos excluyentes y supremacistas... Amar las raíces para echar ramas. Amar el río de la infancia para morir en el mar **

Difícil condensar todo lo que se contó y se sintió en el rato que estuvimos escuchando (y también hablando) pero que nadie piense que fue un ejercicio nostálgico. Hubo nostalgia, sí, por un mundo que ha desaparecido y por los últimos testigos que  también están desapareciendo pero hubo (y sobre todo  hay en Pirineo y Manta) muchas propuestas  que Enrique lanza, para que la montaña y sus pueblos se proyecten hacia un futuro habitado y habitable, conociendo el pasado para rentabilizar lo que él llama las plusvalías que podemos obtener de él. Os invito a leer despacio y con tranquilidad estos dos volúmenes densos a la vez que amenos, trufados de datos, confidencias, testimonios y otros "cuentos". Entre toda esta amalgama iréis topándoos con esas plusvalías de nuestra tierra que debemos hacer visibles. 


*Mariano Coronas, revista El Gurrión, número 175, mayo 2024

** Palabras de Enrique Satué en Troncedo, 3 de agosto de 2024.



Enrique disfrutó como un niño del magnífico balcón que cada día abrimos sobre el Pirineo y, quienes lo acompañamos, disfrutamos todavía más escuchándolo señalar y reconocer todos y cada uno de los picos y accidentes geográficos que dibujan el skyline pirenaico.  







No hay comentarios:

Publicar un comentario