Hacía tiempo, mucho tiempo que no se veían siluetas como la suya por los caminos del pueblo. El sí que pertenece a una especie desaparecida de nuestro entorno. El mismo entorno que tanto le debe, porque seguro que detrás de cada piedra removida en los campos, de cada palmo de terreno yermo y de cada losa que cubre las pocas casetas y pajares que aún conservan los tejados tradicionales, está el esfuerzo sacrificado y silencioso de algún congénere suyo. Y ha tenido que venir Ana desde la brumosa ciudad belga de Gante para recuperar entre nosotros a un animal que realmente debiera ser considerado como "el mejor amigo del hombre", cuando menos "del hombre campesino". Efectivamente, ya habréis adivinado que me estoy refiriendo al magnífico burro que desde hace unas semanas luce su mansedumbre por entre las fajetas de la Brutera y colabora generosamente en la limpieza de sus caminos.
En su compañía, todos podremos rememorar las palabras de Juan Ramón Jiménez:
Platero (FANLO) es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro.
Lo dejo suelto y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas... Lo llamo dulcemente: "¿Platero?", y viene a mí con un trotecillo alegre que parece que se ríe, en no sé qué cascabeleo ideal..."
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