Después del Concilio, el color negro en el hogar se limitaba a las alfombras y las cortinas. Esta nueva pragmática incluso indicaba que alrededor de la cama mortuoria debían encenderse exactamente ocho velas o qué tipo de tejidos debían vestirse. Con el paso de los siglos, estas costumbres se han ido perdiendo paulatinamente y las mujeres han sido las grandes beneficiadas, pues eran las más perjudicadas, obligadas a guardar el luto de forma mucho más visible y durante largos años si no llegaba a ser, como se ha dicho, a lo largo de toda su vida. El protocolo estaba muy regulado:
- Por la muerte del esposo o esposa, el cónyuge llevaba luto riguroso dos años más seis meses de alivio de luto, para relajarse del negro.- Por la muerte de un hijo, los padres llevaban dos años de riguroso luto más seis meses de alivio, también.
- Por la muerte del padre o de la madre, los hijos llevaban luto un año más seis meses de alivio de luto.
- Por la muerte de un hermano, los hermanos guardaban seis meses de luto riguroso.
- Por la muerte de los abuelos, los nietos guardaban seis meses de luto riguroso más tres meses de alivio.
- Por la muerte de un tío o tía, los sobrinos mantenían tres meses de luto.
El luto riguroso consistía en permanecer apartado de la vida social, ir ataviado de negro y en alejarse de toda actividad de ocio. La clausura en la vivienda duraba tres meses en el caso de las viudas o hijos del fallecido/a. Pasado el transcurso de luto, se pasaba al medio luto, en el que se llevaban colores apagados como el gris o el malva.
El luto también tenía género. Teniendo en cuenta la alta mortalidad infantil durante la primera mitad del siglo XX y los hijos perdidos en la guerra, es fácil explicarse por qué todas aquellas mujeres mayores de nuestra infancia iban siempre enlutadas, en la ropa y en el corazón. Porque el luto riguroso se cebaba, cómo no, mucho más con ellas, obligadas a vestir de negro de la cabeza a los pies, incluida la ropa interior, los complementos y las joyas (si las tuvieren). Las únicas piedras que las mujeres podían lucir eran el azabache, la amatista y el ónice, por tratarse de piedras oscuras. Pasado el primer año, los hombres, en cambio, portaban una cinta negra en la manga o en las solapas de la chaqueta. En ambientes urbanos y de clase social acomodada, la cinta negra se colocaba en el sombrero.
Al margen de los signos externos, otro apartado lo constituirían los ritos religiosos y las tradiciones de enterramiento que también estaban estrictamente reguladas. En el último ejemplar de El Caixigar, había un artículo en el que se describía con detalle la organización de la Cofradía del Santísimo Sacramento que se ocupaba de estos menesteres.
A mis abuelas Matea y Agustina, las recuerdo de negro desde que era niño,nunca las llegué a ver vestidas de color, falda larga, blusa y toca en la cabeza, mis yayos como iban a trabajar al campo se ponían lo que había por casa, que no era mucho.
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