La
Feria de San Miguel es considerada una de las más antiguas de Aragón. Su fecha
de concesión data de 1201, privilegio que concedió el rey Pedro II al abad de
San Vitorián, trasladando a Graus la que solía celebrarse todos los años en el
monasterio de San Pedro de Tabernas. La feria duraba 10 días, comenzaba tres
días antes de San Miguel; es decir el 26 de septiembre y finalizaba el 5 de
octubre. En esos días acudían a Graus numerosos tratantes, ganaderos de toda la
zona y de toda España, para la compra y venta de los caballos; porque decían
que “era muy bueno el ganado que se vendía en Graus”, convirtiéndose en una
feria puntera, que incluso llegó a dictar el precio y el peso para la comarca.
Hasta
bien entrada la década de los sesenta del siglo pasado, la feria de San Miguel
era una cita para los tratantes de ganado, para agricultores y
ganaderos de la región, y para los compradores de caballerías, así como para los
patrones que buscaban criados o viceversa, criados que querían cambiar de amos.
Por eso se conocía también como “la feria
de los amos”.
Sufrió un retroceso tras la llegada de la maquinaria agrícola al campo, a causa de la consiguiente desaparición de las caballerías para las faenas. Pero si algo la ha caracterizado, es que no ha perdido el carácter comercial, de ahí su celebración ininterrumpidamente del evento. Además no sólo sirvió como motor de exposición comercial, sino que también dio pie a la creación de nexos personales entre diferentes comarcas y sus gentes.Por todo ello, el Ayuntamiento de Graus en el 2001, coincidiendo con el 800 aniversario de su concesión, llevó a cabo la reedición de esta significativa muestra caballar y mular. Con la modernización del certamen a los tiempos, se enfocó hacia el ocio y el turismo como elementos principales, sin olvidar el carácter comercial con la compra-venta de ejemplares. Y tras ocho ediciones la feria se ha consolidado como una actividad más dentro del calendario festivo de la localidad.
Sufrió un retroceso tras la llegada de la maquinaria agrícola al campo, a causa de la consiguiente desaparición de las caballerías para las faenas. Pero si algo la ha caracterizado, es que no ha perdido el carácter comercial, de ahí su celebración ininterrumpidamente del evento. Además no sólo sirvió como motor de exposición comercial, sino que también dio pie a la creación de nexos personales entre diferentes comarcas y sus gentes.Por todo ello, el Ayuntamiento de Graus en el 2001, coincidiendo con el 800 aniversario de su concesión, llevó a cabo la reedición de esta significativa muestra caballar y mular. Con la modernización del certamen a los tiempos, se enfocó hacia el ocio y el turismo como elementos principales, sin olvidar el carácter comercial con la compra-venta de ejemplares. Y tras ocho ediciones la feria se ha consolidado como una actividad más dentro del calendario festivo de la localidad.
Sanmiguelada. En
relación con la costumbre de contratar sirvientes en estas fechas he encontrado
un artículo muy interesante en el blog Contando cosicas de Aragón que paso a transcribir:
San
Miguel fue erigido patrón de las localidades donde convivían cristianos,
moriscos y judíos, hasta la expulsión de nuestro país de estos dos últimos, ya
que el arcángel aparece en los libros de las tres comunidades. El Santo tiene
dedicadas diversas ermitas y parroquias en todo Aragón. Para San Miguel
Arcángel (29 de septiembre) terminaba el ciclo agrícola o el año laboral y,
así, los jornaleros finalizaban el contrato con sus amos o lo renovaban por un
año más. Era la "sanmiguelada", fecha en la que se ajustaban las
cuentas del año y se decidían para el siguiente.
Coincidía este día con el repaso de cuentas en las casas, con el ajuste
de mozos y sirvientas, la renovación de médicos, farmacéuticos… era algo así
como el balance de ingresos después de los gastos onerosos que imponía la
recolección, entre fatigas, sudores y lágrimas… Era el día de San Miguel,
“revolvedor”, en que la casa de labrador, asalariaba su servidumbre para el año
próximo; firmaba el contrato de arriendo de sus domicilios o de sus tierras;
vencían los pagaré, el préstamo o la hipoteca; y en dicho día se celebraba en
muchos lugares, la feria de la servidumbre, a donde concurrían de casi todos
los pueblos de la montaña y donde se celebraban ajustes y buscaban criados,
como si se tratase de un mercado de ganado. Una feria de este tipo muy
importante se daba en el lugar de Graus.
La llegada de San Miguel suponía un verdadero trasiego de gente joven de
ambos sexos; servían en casas de labranza en los pueblos, y en la ciudad como
doncellas, cocineras, o niñeras. Los asalariados se vinculaban a las casas, por
espacio de una añada, de sanmigalada a sanmigalada, que era la fecha crucial
del calendario agrario y el hito temporal de renovación o rescisión de los
contratos entre amos y jornaleros. En general esos contratos eran de carácter
verbal, en los que la dieta de los jornaleros era muy importante, y ésta se constituiría
en uno de los factores de descontento de los jornaleros, ya que muchos de ellos
se contrataban poco más que por la comida. La sociedad montañesa era
eminentemente autárquica y la circulación del dinero estaba en estado muy
embrionario. El refranero popular, hace gala de un enorme sentido irónico: "¡Ya
van en menos las malas, que me quedan once meses y tres semanas!” Este axioma
popular ha quedado como patrón definidor de las servidumbres sacrificadas.
Estar hastiado del comportamiento del amo a la primera semana del contrato es
harto significativo. La abstinencia de los jornaleros es un hecho muy divulgado
por toda nuestra tierra. Dado el alto índice de testimonios orales, no podemos
negar que la frugalidad no estaba exenta en la dieta alimentaria tradicional.
El patrimonio y el gobierno doméstico tenía en la virtud del ahorro, una
conducta de ejemplaridad. A veces la acción de ahorrar rayaba en la cicatería y
en el egoísmo. Y de ello dejaron constancia los peones.
Eran también fechas de retorno de los pastores de las montañas para los
que la climatología impedía continuar en los valles pirenaicos, y era el
momento de regresar a la tierra baja, a los pastos de invernada. Este descenso
se realizaba, en ocasiones, de forma escalonada. En Ansó, las ovejas subían a
los puertos el 10 de julio y permanecían en ellos hasta el 29 de septiembre”
Leyendo estas líneas he
recordado una anécdota que me contó mi tía Rosalía que de niña, tendría 9
o 10 años a lo sumo, fue llevada a servir para la sanmiguelada a una casa de
Ligüerre donde la hacían trabajar de lo lindo y la malalimentaban. Pasado el
año, la criatura sacó fuerzas para enfrentarse al amo, pedir le la cuenta y
decirle que se marchaba porque no le gustaba estar allí. El amo le contestó que
podía marcharse como había venido, que el sueldo ya se lo había cobrado su padre en aceite en la
feria de Graus del año anterior. La historia no termina aquí puesto que, con un
hatillo en el que envolvió sus pocas posesiones, se marchó (andando, por
supuesto) hasta Troncedo, encontró a su madre con otras mujeres “filando” en la
placeta y lo primero que le espetó fue que qué
mala trabajadora debía ser cuando la habían echado. Me parece un testimonio
desgarrador del desamparo y la dureza de la vida para las niñas campesinas de
aquellos principios del siglo XX en estos pueblos. Siempre que tengo ocasión traigo al recuerdo estas realidades, creo que es el mejor homenaje que puedo hacer a mis antepasadas, dejar fe de la dureza de su origen para poner en valor cómo supieron sobrevivir y adaptarse a los nuevos tiempos con el firme propósito de mejorar el destino de sus hijas.
De Mayo a San Miguel pastor de ovejas quiero ser
ResponderEliminarDe San Miguel a Mayo que las guarde el amo