martes, 25 de septiembre de 2018

El Festival En Clave de Aragón en Muro de Roda

El tema de la despoblación del interior peninsular ha saltado desde hace un tiempo a los titulares de los medios; seguramente a ello ha contribuido de manera importante el magnífico ensayo La España vacía de Sergio del Molino del que nos hicimos eco en su día. Este problema ya lo conocíamos y sufríamos  de largo por estos lares pero también es verdad que últimamente  se van poniendo en marcha  iniciativas públicas y privadas para paliar sus efectos y la consumación del desastre. Entre las últimas se enmarca el festival En Clave de Aragón que en su segunda edición hizo revivir y poner en valor el magnífico conjunto fortificado de Muro de Roda, un verdadero ejemplar de tenencia medieval "fosilizada" en palabras de José Luis Acín,  director de los procesos de restauración realizados en el lugar, quien comparó el valor histórico y patrimonial del recinto con el mismísimo castillo de Loarre, salvando las distancias en cuanto a la monumentalidad de uno y otro.

En la retina de los troncedanos está bien grabada la silueta de Muro, forma parte del skyline con el que nos recreamos cada atardecer mientras mantenemos animadas tertulias en la terraza del bar, algo que también podrían decir los habitantes de Muro en su día y ahora si los hubiera. Precisamente en el recorrido guiado por el cinturón interior de la muralla,  José Luis Acín hizo hincapié en el vasto territorio que controlaba el recinto y las fortalezas con las que se comunica, invitándonos varias veces a distinguir la localización de Troncedo.








Pues bien, como decíamos, el Festival En Clave, promovido por el periodista y comunicador Arturo Gastón, pretende enfocar la mirada a los despoblados aragoneses, haciendo que los veamos desde una perspectiva lúdica y cultural, devolviendo la vida aunque sólo sea por un día a estos lugares emblemáticos. Si la primera edición en Septiembre del año pasado en Samitier fue un éxito, no lo ha sido menos la jornada del pasado domingo en Muro de Roda.



En la iglesia de la Asunción, nos pudimos deleitar con la música de Bach interpretada por un cuarteto de jóvenes alumnos del Conservatorio de Música de Aragón así como con la actuación de la Coral de Sobrarbe. Todo ello unido a otras muestras teatrales, la comida, los puestos de venta de productos del territorio y el espléndido día que el cielo nos brindó, hicieron de la jornada una auténtica fiesta.


Podéis apreciar lo bien que sonaba la Coral en el marco de la hermosa iglesia de Muro en el vídeo que se adjunta. No me preguntéis por qué sale la imagen girada, para mí es un misterio insondable pues aseguro que lo grabé y lo he subido a las redes en la posición correcta pero por alguna razón se ha dado la vuelta. De todas maneras, lo inserto porque lo que cuenta en este caso es el sonido y si algún amable lector/a sabe cómo solucionar este asunto que se ponga en contacto conmigo. Gracias,




lunes, 3 de septiembre de 2018

Contrastes



Entramos en septiembre y por mucho que el calendario diga que el verano continúa, el paisaje va tímidamente cambiando de color. Pronto veremos cómo los verdes exuberantes de una primavera y unos inicios de verano excepcionalmente lluviosos van cediendo paso a los amarillos, ocres y rojizos que hacen del otoño una de las estampas más hermosas del año. Pero no es sólo el paisaje vegetal el que cambia, lo grave es que también lo hace el humano. Comparemos la imagen que inaugura esta entrada con la que cerraba la amorosa entrada anterior y podremos sentir el silencio que se ha adueñado de las calles en las que hace unos días correteaban ninones y ninonas. Un silencio venerado por quienes huyen de ajetreos urbanos pero que tanto pesa para los pocos que viven permanentemente en estos lugares.

Al margen de lo que debamos exigir a las instituciones, los más interesados, nosotros, algo tendremos que poner de  nuestro ingenio y esfuerzo para revertir el proceso y conseguir que la vida ocupe estas calles y estas casas en los días de verano, de primavera, de otoño y de … INVIERNO.

El ricino, una de las plantas que guarda su esplendor para el otoño

Última hora: Nos hemos enterado de que hay una oferta de venta de un inmueble en el pueblo que podría servir para abrir nuevas oportunidades... Ojalá


domingo, 2 de septiembre de 2018

Una carta de amor

  Sólo hace dos días que hemos tenido la noticia de que un  nuevo miembro ha llegado a casa Mariñosa. Todos nos hemos alegrado con la buena nueva y la certeza de que madre e hijo están perfectamente pero, antes de tener ocasión de obsequiar al recién nacido y a sus felices padres, ha sido Gabi, la mamá   quien nos sorprende con un regalo.  Uno de los mejores, de aquellos que se ofrecen desde el corazón. Una carta de amor a Troncedo que nos toca a todos.

   Gracias infinitas, Gabi, por estas bellas palabras. Bienvenido al mundo, Giuseppe, estamos deseando verte por aquí y muchas felicidades a Raúl. Parabéns para toda la familia.

En septiembre de 2014 conocí Troncedo, aún salía con Raúl (aunque ya estábamos prometidos para ser sinceros), vinimos a conocer Barcelona y tuve la oportunidad de pisar allí, llegué desprevenida y desde el primer momento, con lo visual que soy, ¡la belleza del lugar con casas de piedra me cautivó!
No, en Brasil no existe el concepto de pueblo, somos un país joven, ni mucha historia conseguimos crear todavía, además, por ser tan poblado, o encontramos alguna casa perdida y mal cuidada por la montaña, o ya se encuentra en una ciudad directamente.
En aquel momento fui viendo, a pesar de ni siquiera entender el castellano en aquella época, que había algo más que belleza, que había magia.
Me sentí más que bien recibida por la familia Mariñosa. Aquel día conocí a Quino, Jovi, Carlos, Diego y Dora. Tras llenarme de comida y buenas intenciones subimos al bar. Qué vista tan espectacular y qué gente tan simpática, pensé, aún sin entender demasiado sentí la vibración positiva.
Desde entonces digo que Troncedo tiene la puesta de sol más bonita que conozco, el árbol de la vida y de los deseos -la higuera que hay en frente de casa Mariñosa-, la familia más amable que yo conocí -que nunca juzga ni pierde el tiempo hablando de otros-, y los vecinos más familiares que existen.
Ir a Troncedo es como ir a otro planeta. La sintonía cambia, las personas se conectan. Cuando hay fiesta es impresionante. Me siento en una sinfonía de Beethoven de lo bien que las cosas fluyen con los preparativos. Todos viven en comunidad y se ayudan, algo que yo nunca he visto, ni de lejos, ni en películas.
Todos se paran para preguntar cómo estás y todos arriman el hombro en proyectos para el pueblo, siempre pensando en la recompensa: cuidar las tradiciones, el entorno y aprovechar el momento.
Cada viaje es un aprendizado. No quiero citar nombres en particular porque los admiro a todos. Incluso, muchas veces, sin recordarlos todos, sé quién es quien y guardo todo lo que conversamos e intercambiamos en el corazón.
La experiencia más épica que yo he vivido hasta día de hoy: ha sido en agosto de 2018 cuando vi el resultado del ‘banco de Joseré de Mariñosa’. Sí, los vecinos se juntaron una vez más para construir algo más que un banco, una espectacular grada con un precioso banco de madera en homenaje a mi dulce suegro querido por todos. Cada semana, poco a poco, fueron construyendo con amor aquel maravilloso lugar en el que tuvimos la oportunidad de sentarnos con la familia. ‘El prado y tu presencia en el horizonte...’ dice la placa que le pusieron, ¡emocionante!
Deseo larga vida a Troncedo y a sus raíces, deseo larga vida a Casa Mariñosa. Que las próximas generaciones entiendan el valor de compartir genuinamente y lo cuiden con el mismo cariño que vemos ahora en ese lugar encantado donde el tiempo, o la falta de él, no existe ni nos preocupa.
Gracias Raúl por mostrarme ese paraíso e por hacerme parte de la familia Mariñosa contigo, ¡me siento bendecida! ¡Que Giuseppe vibre igual que lo hace Ciccio cuando se da cuenta que está yendo al pueblo! ¡Te amo!
Gabi