jueves, 30 de julio de 2015

A la sombra de la montaña

A LA SOMBRA DE LA MONTAÑA

(reproducción íntegra del artículo publicado en la revista digital http://zgrados.com)

24 julio, 2015//Belén Remacha

Luisa y Manuela son las protagonistas de “Las faldas de la montaña”, un documental escrito y dirigido por la periodista Belén Ciutad. Ellas representan a las miles de mujeres que nacieron en las comarcas de Sobrarbe y Ribagorza durante los años 30 y 40. Mujeres y rurales, doblemente invisibilizadas. Siempre a la sombra de la familia, del marido, de los hijos, del trabajo, de la montaña.

Cuando el párroco de su pueblo le pidió a Luisa que leyese esa mañana en misa un pasaje del Nuevo Testamento, ella le contestó que lo sentía, pero que se le habían olvidado las gafas de ver en casa. Era sólo una excusa: Luisa no sabe leer.
Luisa es una de las dos protagonistas del documental Las faldas de la montaña, escrito y dirigido por la periodista Belén Ciutad –Graus, 1988-. Luisa es también una de las miles de mujeres nacidas en el Pirineo, concretamente en el Sobrarbe y la Ribagorza, en las décadas de los años 30 y 40. En realidad,todas las mujeres nacidas en el Sobrarbe y la Ribagorza en las décadas de los años 30 y 40 son las protagonistas de estos 45 minutos. Mujeres y rurales, olvidadas por partida doble. Belén lo rodó todo en noviembre de 2014, con el objetivo de que llegara a tiempo para entrar a concursar en el Festival Internacional de Documental Etnográfico de Espiello. Y llegó. Por el camino, Belén encontró vidas de mujeres que durante toda su vida han vivido a la sombra de sus maridos, de sus hijos, de sus casas. A la sombra de la montaña. Su inspiración fueron sus dos abuelas, las personas, dice, que más le han marcado en su vida. ¿Qué más le llevó a plasmar la vida de Luisa, de Manuela, y de tantas otras? “Ser mujer, ser rural, y haber vivido en mis carnes lo que todavía creo que hay que superar. Las barreras, los estereotipos, que en las zonas de alta montaña siguen mucho más acentuados. Como lo típico de que si en casa tenemos tierras, tú no te vas a ir a labrar, que para eso está tu hermano”.
Belén Ciutad
Belén Ciutad
El proceso de documentación fue sencillo: a más de veinte mujeres se les pasó un mismo cuestionario, y se grabaron en voz sus respuestas; se recopilaron muchas fotos prestadas; y a dos mujeres, Luisa y Manuela, se les entrevistó delante de la cámara. Esto último no es sencillo: “primero por la vergüenza, que la tienen muy acentuada. A la mayoría no les gusta verse en fotos, se ven mayores. Por eso les pedí una foto de antes y una de ahora; la de antes te la dan con todos los amores del mundo, la de ahora no tanto”. Ante todo, Belén quiso retratar, más allá de la guerra, el poder o el trabajo, aquello que es tan simple pero tantas veces ha sido invisibilizado: lo que ellas sentían. Es por eso la importancia del amor en el documental. De entre las preguntas del cuestionario que pasaba a todas las encuestadas, hubo una respuesta que por la casi unanimidad le llamó la atención: no se casaron por amor. “Yo sabía que había casos y que no eran aislados, pero no pensaba que tantos”. En la mayoría de los matrimonios, el cariño y el amor, si es que llegaban, lo hacían mucho después de la boda. En no pocos casos, lo que llegaba tras la luna de miel (o ya durante) era una vida de malos tratos amparada por la Ley de Abandono del Hogar y por el silencio familiar y del pueblo.
La noche de bodas. Otro tema espinoso que Belén no quiso esquivar fue el sexo. El miedo con el que lo afrontaban y el descubrimiento muchos, muchos años después y en algunas ocasiones a través de una pantalla de cine o de televisión de todo un mundo diferente a lo que habían conocido es otro denominador común para esta generación. La dominación del hombre y la inexistencia de control sobre su propia reproducción, también. Sin embargo, Belén no quiso ahondar demasiado en el tema ya que la vergüenza y el pudor también afloran cuando se trata: “no queríamos que lo pasasen mal, que no les quedase mal sabor de boca ni a ellas ni a su familia”. Quisieron hacer algo, ante todo, alegre, que al verlo ni les avergonzase ni les entristeciese, “sobre todo por ellas, si les damos un documento con el que van a llorar, encima de que han sufrido y han vivido todo en sus carnes…”, me señala Ruben Mur, encargado de la preproducción, postproducción y mano derecha de la directora durante todo el proceso. El tercer vértice es Sandra Ros, prima de Belén y muy involucrada en las labores de documentación.
En sus muchos pases por los pueblos de a redolada (como el que tiene lugar en Troncedo, aldea del Sobrarbe en la que nos encontramos) los comentarios de las mujeres mayores siempre son los mismos, me cuenta Rubén: nos dicen que ellas esto también lo han vivido, que a ellas esto también les ha pasado. Tienen la sensación de haber creado un humilde retrato de todo un colectivo. Una pequeña crónica que narra el cambio de la vida de las mujeres rurales que nacieron en la década de 1930 hasta hoy. Cómo ha sido ser una mujer rural en el siglo XX. El documental sigue una secuencia lineal que va avanzando por todas las etapas de la vida: infancia, escuela, matrimonio, casa, hijos… Y después ya, tercera edad. Esta sucesión en la conversación con Luisa y Manuela sólo se rompe con las recreaciones que rodaron interpretadas por ellos mismos y sus familiares. Escenas crudas, pero mucho menos que la vida real. En una de ellas, una joven se esconde debajo de la cama cuando llegan a su casa para desposarla con su futuro marido; tras un buen rato, su hermano le da un ultimátum para que aparezca por el salón. En la historia real en la que está basada, el padre acabó arrastrando de los pelos a la aterrorizada moza para que hiciese lo que todos esperaban de ella. Como estos testimonios, cientos. “Muchas me decían que ir a la casa del marido cuando te casabas era lo peor que te podía pasar. Porque eras una criada, y la familia de tu marido te recordaba día a día que aquella no era tu casa, que te habían recogido de la calle, y que fueras agradecida”. Manuela habla en algún momento de esos 45 minutos de sentirse persona. Durante mucho tiempo, no supo lo que eso significaba.
Mujeres del Pirineo, tras las faldas de las montañas
Mujeres del Pirineo, tras las faldas de las montañas
El proyecto de Belén y Rubén no se queda aquí. “Ahora vamos con Las faldas de Aragóna dar voz a las mujeres de Huesca, de Zaragoza y de Teruel, en concreto de los núcleos más empobrecidos, pequeños y de difícil acceso. Vamos a escucharlas, porque tienen mucho que decir”. Quieren abarcar, además, más generaciones: ver qué aspectos han cambiado y qué opresiones perduran en la vida de las mujeres rurales aragonesas. Quieren ligarlo con la pérdida del aragonés como lengua. Y no es un tema trivial ni casual. Luisa, durante el documental, emplea una mezcla de aragonés, catalán y español. Es así como ella sabe hablar. “Le dijimos que no se preocupara, que la entendíamos, que si era necesario la subtitularíamos, pero que hablase como supiese y como le saliese”, me explica Rubén. El aragonés ha sido siempre la lengua de casa, es decir, cosa de mujeres. Los hombres se iban a la ciudad a trabajar, hacían negocios, viajaban y tardaban tres días en conocer a los hijos. Sabían hablar español. Ellas, lo aprendieron por la necesidad que les creó la emigración o la viudez (o en algunos casos, el irse a servir de criada desde niña). La lengua de casa se quedó en casa, por imposición franquista, por vergüenza, y tal vez también por machismo.
Las vielas de Campo (municipio ribagorzano del que procede Luisa) es un juego de bolos al que sólo juegan mujeres. Un espacio para ellas que la tradición creó, como en otros pueblos, a la vez que eran expulsadas de tantos otros masculinos (el campo, la cantina, la escuela). Una microsociedad femenina que, mirada con los ojos del siglo XXI, está llena de sororidad. Basta con escuchar, mientras aún podamos, de qué tratan costumbres como esta para entender cuánto nos tienen que enseñar. La recuperación y revitalización de nuestros pueblos ha de ir pareja al empoderamiento, visibilización y ruptura de estereotipos. Las faldas de la montaña las llevan nuestras abuelas.

domingo, 26 de julio de 2015

Claudio Martí, ciudadano del mundo





Claude Martí, Claudi Martí en occitano o Claudio como le llamamos por estas tierras cantó el pasado jueves 23 de julio en el Festival Castillo de Aínsa. Fue un empeño personal de Paco Aparicio (Titiriteros de Binéfar) conseguir su presencia en este marco al que acudió acompañado por dos buenos amigos y músicos, Pierre Peyras al bajo y Gérard Pansanel a la guitarra, ambos miembros de la Orquesta Nacional Francesa de Jazz. Un recital magnífico y  entrañable en el que Claudio fue desgranando sus propias composiciones con las de otros autores franceses y al que también incorporó algunas canciones guerrilleras (Bella Ciao, Comandante Che Guevara …); entremezclando sus “tres lenguas maternas”, español, occitano y francés. Especialmente emotivo fue el momentos en el que entonó Entre el Cinca  y el Ésera (himno oficioso de La Fueva, la tierra de sus abuelos) y la Calle Alta, en la que describe el ambiente de aquel barrio de Las pequeñas Españas* de su Carcasonne natal en el que creció rodeado de españoles (leoneses, catalanes, aragoneses …)  que le transmitieron las palabras, las canciones de su tierra y también sus ideales revolucionarios.



Claudio aprendió a cantar y a tocar la guitarra con sus vecinos de aquel barrio, concretamente con los más antiguos habitantes del lugar, los gitanos, y de manera autodidacta fue evolucionando hasta convertirse en un  cantautor destacado del Languedoc francés. Las primeras canciones que popularizó  fueron cantadas  en occitano, lengua que reivindica como un patrimonio cultural a consolidar y difundir, pero también ha cantado y escrito en español y en francés porque, como él dice, las lenguas no deben servir para diferenciar y  levantar barreras sino más bien para derribar fronteras y favorecer el internacionalismo. Habla con conocimiento de causa, este hombre cuyos abuelos emigraron desde la casa Noguero de Pallaruelo de Monclús (para quien no lo sepa, pueblo deshabitado del Sobrarbe) a Francia en busca de una vida mejor, que ha crecido en Carcasonne rodeado de españoles y españolas exiliados tras la victoria franquista, maestro en Marruecos y Cuba en misiones de cooperación del Estado francés, casado con una italiana y que ahora tiene una nuera húngara.  Este espíritu abierto no está reñido o, más bien, viene apoyado por la búsqueda de sus raíces, lo que le trajo ya hace tiempo por estas tierras tras el rastro de aquellos abuelos emigrantes. Encontró solo las ruinas de la casa familiar pero también contactó con la familia que le quedaba en Troncedo, Antonio Garcés Sallán de Casa Jornalero resultó ser hijo de una prima de la abuela. Además entabló amistad con casa Mariñosa y, después, con Luis Araguás de Buetas. 

Precisamente, a través de la amistad con Luis Araguás que ejercía de maestro en Tierrantona se organizaron durante varios años unos intercambios entre los alumnos y familias de la escuela de Couffulens de la que Claudio era maestro y otras familias de La Fueva. Unas relaciones que dieron lugar a buenas amistades que todavía se conservan muy vivas como pudimos comprobar con el grupo de amigos que se reunieron el viernes siguiente al concierto para cenar en compañía de Claude. Para más información sobre la relación de Claudio con Troncedo añadimos que  también Quino de Mariñosa, José Mari de Baile y José de Solanilla disfrutaron de una estancia en Couffulens, en casa de Claudio.

Por cierto, que Claudio está deseando venir a cantar a Troncedo en cuanto se lo propongamos.

*Les petites Espagnes es el título de una novela de Claudio publicada en 1984

domingo, 5 de julio de 2015

Queda mucho por contar

¿Ya tienes tu Caixigo nº 12? ¿Lo has leído? ¿Te lo guardan? 



Cuando hace ya casi 14 años nos proponíamos empezar a recoger en alguna "hojeta" algunos de los recuerdos y testimonios que los más mayores guardan antes de que el curso natural de la vida nos impidiera escucharlos de primera mano, ni mucho menos se nos ocurrió soñar con que llegaríamos a levantar este pequeño pero frondoso bosque de caixigos en el que bulle la vida y la pequeña historia de nuestro pueblo y de una redolada que se extiende hasta los límites que le queramos poner. Y todo esto no hubiera sido posible sin la colaboración de muchas personas que, conforme vamos recuperando memoria y contando proyectos de futuro, nos vamos dando cuenta de todo lo que queda por contar. 

Ya está en germen el próximo "arbolico" que necesitará para ver la luz  el alimento de nuevas noticias y recopilaciones. Animamos a todos a que vayáis preparando nuevos artículos, queda casi un año por delante para documentarse, preguntar a los abuelos, tíos... y escribir. Cada uno como sepa y pueda y si alguien no se siente seguro que no se preocupe, que le ayudaremos a "repulir" el estilo si hace falta.